¿Cuáles son las aportaciones visibles de una ética periodística?
Respuesta: Los aportes de la ética, lo mismo que los de la filosofía, o las artes, o la misma educación, no suelen visibilizarse con cifras estadísticas o cuantificaciones. Promueven efectos indirectos, esos sí medibles, pero directamente no porque su campo de acción es la mente del hombre, o la creación de actitudes o el cambio en los comportamientos. Una respuesta adecuada supone una previa claridad sobre la ética porque cualquiera clase de confusión sobre esto desemboca en la lógica conclusión de la inutilidad o inviabilidad de la ética. Por ejemplo: si la idea de la ética es la de una recopilación de mandatos o de prohibiciones o si se la asimila a los códigos penales o civiles, o a los reglamentos de trabajo cuyo cumplimiento nadie urge. En cambio, si la ética se mira como la obediencia a la propia naturaleza y, por tanto, como la guía para descubrir todas las posibilidades que existen en cada persona, se siguen estos efectos:La ética se descubre como un estímulo permanente para descubrir y realizar todas las inmensas posibilidades de la naturaleza humana. Dentro de este conocimiento y de actitud, para el periodista ser ético es tener definida la dignidad y la naturaleza de la profesión. Por tanto ser ético es saber y actuar con el conocimiento de qué es lo profesional y qué no, para qué sirve la profesión y para qué no, porqué uno es lo que es y no otra clase de ser humano o de profesional es tener claro qué dignifica la profesión y al profesional y qué lo hace indigno. Cuando no hay ese conocimiento no se distingue entre el ejercicio digno y la práctica indigna del periodismo, se mantiene invisibilizada su importancia social, se confunde la profesión con otros menesteres y se pierde de vista el orgullo profesional. Por supuesto, si un jefe de personal lee este discurso ni lo entenderá , ni le interesará. Si se le plantea, en cambio, la diferencia entre un profesional que trabaja a conciencia y sin necesidad de vigilantes, monitores o reglamentos, entonces sí entenderá porque su mente hecha para los cálculos le dirá que ese trabajador rinde más que el que necesita el látigo de las sanciones, o la zanahoria de los estímulos, para trabajar.La ética es útil, además, porque da las razones y las claves para ser excelente como persona y como profesional, y estimula para llegar a serlo..En consecuencia aparta de la mediocridad y del estancamiento profesional y personal. Ser ético es mantener un estado de insatisfacción con lo que uno es, porque sabe que siempre se puede ser mejor. Su utilidad es, pues, que mantiene y orienta la decisión de ser mejor. Como una brújula, la ética orienta siempre, al señalar y dar las claves para que una persona haga de su vida una obra maestra. Esto tampoco lo entenderá el jefe de personal, pero si se le explica que es la clave para elevar la calidad de un producto, es probable que haga cuentas y comprenda que ser ético, vende.A los que miran esto como idealismo, les resultaría más soportable la mediocridad, la vida superficial o indigna, porque no tienen el referente de sus posibilidades de excelencia. Quien quiera y aspira a ser buena persona y excelente profesional entiende y valora la utilidad de ser ético. Quien está satisfecho con lo que es y no quiere moverse de ahí, obviamente tendrá que ver la ética como un trasto inútil.
Documentación
Sobrevivir, navegar, elegir rumbo son los decisivos niveles éticos. Hay una ética de la supervivencia, una ética de la felicidad y una ética de la dignidad. No haberlas distinguido ha supuesto mezclar sin orden ni concierto problemas de distintas procedencias y soluciones con desiguales garantías� ... Nunca había pensado que la ética `pudiera ser la más inteligente creación de la inteligencia humana. ..Me cuesta trabajo pensar que la ética no es el museo de las prohibiciones, sino la máxima expresión de la creatividad humana� El naúfrago, como el creador, necesita mantenerse a flote por sus `propias fuerzas. En este sentido todos somos náufragos en un elemento extraño a mí, donde no tengo más remedio que hacer siempre algo para sostenerme en él, para mantenerme a flote. "Yo no me he dado la vida sino, al revés, me encuentro en ella sin quererlo, sin que se me haya consultado." Así escribía Ortega. Si el lector se siente en este instante ufano, alegre, altivo, enamorado, es decir, si tiene la suerte de habitar algunos de nuestros oasis vitales pensará que el filósofo ha sucumbido a la melancolía y, desde su bienestar, le costará admitir que todos seamos náufragos. Pues lo somos y vivimos manteniéndonos a pulso o como el barón de Munchhausen que, habiendo caído en un peligroso pantano donde se hundía, consiguió salvarse y salvar su cabalgadura tirándose hacia arriba de los pelos. Algo tan extravagante tiene que hacer el hombre. El lenguaje da fe de ello con palabras enigmáticas y magníficas de como sobreponerse, superarse, aguantarse, sobrevivir, hallazgos lingü ísticos como el de Nietzche cuando hacía decir a Zaratustra: "Ahora me veo a mí mismo por debajo de mí." Séneca elogió a los esforzados hombres que "en sí propios hallaron el ímpetu y subieron en hombros de sí mismos." Y san Buenaventura advirtió que cualquiera fracasaría si no se encaramaba sobre sí mismo. Todo esto es el tema de la ética, que no es una meditación sobre el destino, sino sobre cómo burlarse del destino, es decir, del determinismo, de la rutina, de la maldad y del tedio. Epicuro lo dijo: ser sabio es reírse de la Fortuna. José María Marina. ética para náufragos. Pp. 10, 11 y 15. Anagrama, Barcelona, 2006.