Dilema ético
22 de Septiembre de 2016

Dilema ético

Trabajo en el área de comunicaciones de una planta industrial y me encuentro en el eterno dilema de los entrevistados que hablan sin pensar en la redacción de sus palabras. ¿Es ético editar sus dichos? ¿Cuál debería ser el límite?

Respuesta: Cuando una entrevista quiere destacar valores culturales manifiestos en el habla de los entrevistados, se respetan sus giros y peculiaridades de lenguaje con el mismo cuidado con que se mantienen las imperfecciones de un vaso antiguo. Es el caso de obras clásicas como el Martín Fierro en que se han conservado las riquezas del habla les sucede a los periodistas cuando sus interlocutores son campesinos, o indígenas, obreros o habitantes de las calles en las ciudades. El respeto de su lenguaje es una forma de describirlos y al mismo tiempo puede contribuir al enriquecimiento del idioma. Si el objetivo de la entrevista no es cultural, sino de información corriente, la fuente preta al periodista una ayuda que él retribuye con la transcripción fiel de su pensamiento y con una elemental corrección, o aclaración de su lenguaje. No es la misma la expresión oral que la escrita. El texto escrito difiere del hablado en la forma, pero no en la esencia del pensamiento. Corregir la sintaxis para hacerla clara, explicar palabras, para que comuniquen suprimir repeticiones para hacer fluido el discurso, abreviar explicaciones, para hacer amable y atractivo el texto son actividades de edición comunes en las redacciones que demuestran cuidado por la imagen, que es un derecho la fuente y técnicas de comunicabilidad que se les deben a los lectores. Estas prácticas, sin embargo � es el límite- deben estar guiadas por la obligación de mantener intacto y sin alteraciones el pensamiento de la fuente. Es tan exigente este deber que cuando existen dudas sobre la fidelidad del texto al pensamiento original, es de buen hacer llamar a la fuente, antes de la publicación, para consultar su parecer. Esto no significa que la fuente deba siempre aprobar la versión del periodista, sino que en casos de duda, la ayuda de la fuente puede contribuir a la integridad y fidelidad del texto.

Documentación

 Cuando un periodista tiene que citar al sujeto que ha entrevistado, tiene la obligación, no solo para con el entrevistado sino también para con el lector, de convertir su prosa en discurso. Sólo el más despiadado (o inepto) de los periodistas reproducirá literalmente sus manifestaciones sin reescribir lo que en la vida real nuestro oido transforma de manera automática e instantánea. La fidelidad al modo de pensar del entrevistado y su modo particular de expresarse es el sine qua non de las citas periodísticas, en el que quedan subsumidas todas las consideraciones estilísticas. Afortunadamente para el lector y el entrevistado, la empresa relativamente menor de traducir el lenguaje grabado a escrito y la más seria responsabilidad de citar fidedignamente lo dicho, no están enfrentadas en modo alguno. De hecho, como he propuesto (y descubierto una y otra vez por mí misma) so fundamental y concluyentemente complementarias. Janet Malcom. Citada por Christopher Silvester en la introducción a Grandes Entrevistas de la Historia. Santillana, El País, Madrid, 1997. P. 64

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