Anoche me ví envuelta de manera inesperada en una conversación informal con Sebastián Marroquín (Hijo de Pablo Escobar) Estaba en una cafetería, esperando que acabara la proyección del documental “los pecados de mi padre”. En el periódico me habían pedido una entrevista con él, pero la jefa de prensa del evento me había dicho que era imposible. Sin embargo aquella conversación coloquial me reveló todo lo que hubiera querido preguntarle. ¿Es ético publicar lo que él, espontáneamente y sin saber que yo era periodista, confesó allí?
Respuesta: El periodista funda su credibilidad en que siempre juega limpio. Por eso las normas de su profesión le indican comportamientos como estos: Cuando vaya a grabar una conversación, pida el consentimiento del interlocutor. Eso es jugar limpio.Si va a grabar imágenes y sonido, hágalo de acuerdo con las personas que van a ser grabadas. Eso es jugar limpio.Y si en el caso de una conversación informal, en la que el interlocutor ignora su condición de periodista, dice algo que usted considera de valor periodístico, usted debe pedir autorización para publicarlo, al término mismo de la conversación, si es posible. Eso es jugar limpio. Estas normas son el resultado de un largo proceso de depuración de las costumbres periodísticas. En los comienzos del periodismo, era lo normal que el periodista actuara como espía, a la caza de indiscreciones y de intimidades; escuchaba detrás de las puertas, ventanas y cortinajes, veía a través del ojo de las cerraduras, de las hendijas y visillos; daba oídos a rumores y chismes y los presentaba como hechos. En la medida en que se creó una conciencia clara de la identidad profesional, se comenzó a ver con otros ojos y criterios el trabajo periodístico, tenido ya como elemento indispensable e influyente en la vida de la sociedad. Por tanto crecieron las exigencias en cuanto al manejo del material proporcionado por las fuentes y en cuanto al respeto debido a los derechos de las personas. Hoy es inaceptable un periodista que espíe detrás de las puertas o que asuma el papel de correvedile en la sociedad. Su profesión ha sido dignificada, por su respeto a los derechos de las personas y por la conciencia de su alta función en la vida de la sociedad.
Documentación
La apuesta por la autorregulación trata de garantizar dos cosas difíciles de compaginar: la necesaria libertad e independencia de los medios y la necesidad cada día mayor y más perentoria de que su labor se ajuste a criterios y pautas éticas, dadas la importancia de su labor y la magnitud de su influencia. Bajo el concepto de autorregulación se agrupan toda una serie de mecanismos relacionados con la actividad de los medios que comparten el objetivo común de promover que su actuación se ajuste en lo posible a los valores de la comunicación social. Estos mecanismos son muy diferentes entre sí: códigos deontológicos, libros de estilo, principios editoriales, estatutos de redacción, defensores del lector, consejos de prensa, pero comparten el objetivo común de mejorar la comunicación estableciendo pautas normativas para la actividad de los medios y quienes trabajan en ellos, así como vías para reclamar su ajustamiento a dichas pautas. En todo caso lo característico de la autorregulación es que tanto en su puesta en marcha como su efectividad dependen del compromiso voluntario de los protagonistas de la comunicación. Hugo Aznar. Ética de la comunicación y nuevos retos sociales. Paidos, Barcelona 2005. Pp. 27, 28, 29.