¿Es ético que un periodista acepte un cargo público y acepte responsabilidades para las que no está suficientemente preparado?
Respuesta: Cualquier ciudadano, sea periodista o no, debe aceptar solo las tareas y cargos por los que pueda responder. Las leyes piden acreditaciones profesionales entre los requisitos para asumir un cargo. Pero antes de que lo impongan las leyes, la responsabilidad ética exige que quien desempeña una profesión u oficio esté en condiciones de hacer su trabajo con solvencia técnica y humana. De lo contrario, además de poner en peligro los intereses de todos, incurriría en falsedad y engaño. En el caso concreto del periodista, las incursiones en la vida política, una tentación frecuente, pueden ser vistas como un indebido aprovechamiento de la imagen destacada ante el público que obtiene en el desempeño profesional. Así como es claro que no puede hacer uso para sus propios intereses de la información privilegiada que recibe, vg, sobre asuntos económicos, tampoco es debido que este acceso a la visibilidad política, sea aprovechado para fines particulares. Lo anterior no se puede afirmar de modo absoluto, sin embargo, cuando en respuesta al trabajo del periodista con las comunidades, estas lo postulan como su representante en un cargo público que, según el conocimiento que él tiene de sus capacidades, podría desempeñar con eficiencia. Es común entre periodistas rechazar estas postulaciones con la idea de que la comunidad será mejor servida desde el trabajo periodístico, y no desde un transitorio y cuestionado cargo público.
Documentación
¿El periodismo es una profesión? “Definitivamente no” respondía Neil Hickey, editor de la revista del Centro de Estudios de Comunicación en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, en Nueva York. “El periodismo es un llamado sacerdotal , una misión sagrada, una vocación a la que se llega por amor” dice este experimentado reportero en cuya hoja de vida constan históricas coberturas que van desde la guerra de Vietnam (1964-1975) hasta la primera invasión norteamericana a Irak (1991) “En esta profesión si quieres ganar dinero te equivocaste. Si sueñas con una vida confortable es mejor que vayas a estudiar para abogado, médico, o administrador de empresas,” aconseja Hickey a los estudiantes que piden orientación sobre qué carrera elegir. Cae la nueve sobre Nueva York. El maestro sonríe, medita. Mira hacia afuera, por la ventana desde donde se ve un monumento en memoria del expresidente Jefferson, uno de los padres de la nación norteamericana. Reflexiona: “hace más de 230 años Jefferson dijo que no habrá una sociedad robusta sin una prensa libre.” Y ahí, tan incólume y resistente como la estatua al paso del tiempo y a los rigores del clima, están periodistas como Hickey quien asegura que aquello de ser periodista es básicamente una pasión. Y una obsesión. Pasión y obsesión, no solamente por escribir, por tener mundo, por estar con la gente, sino por aportar para que la sociedad se consolide y se democracia sea más sólida. Pero, sobre, todo, una curiosidad insaciable, unas ganas inmensas de averiguar todos los días lo que ocurre en el planeta, un deseo incansable de contribuir a que el ciudadano reflexione sobre la realidad y ejerza el derecho a un voto inteligente. Pasión para luchar por una prensa justa, equilibrada, precisa. Pasión para ayudar al público a timar decisiones. Rubén Darío Buitrón y Fernando Astudillo en Periodismo por dentro. Intiyan, Cisepal, Quito 2005. Pp. 145 146.