Esta violación de la intimidad del periodista agonizante fue repudiada por varias organizaciones, pero ¿quién juzga la práctica de la profesión? Necesitamos un comité de ética, dedicado a controlar a aquellos que se desvían del sentido de ser periodistas.
Respuesta: La ética tiene la fuerza que cada uno quiera darle. Es un poderoso motor de acción para quien, convertido en “legislador de sí mismo” (Kant) adopta sus principios y valores como guías de su conducta. En este caso, la ley resulta supérflua porque la persona ética no solo se ajusta al espíritu de la ley sino que va más allá de cuanto las leyes podrían prescribir. La ética, por tanto, superándola, hace inútil la ley. En cambio, quien en su conducta hace caso omiso de la ética y causa daño a los demás y a su profesión, debe ser objeto del régimen previsto por las leyes cuando se trata de defender los derechos ajenos. El término “Tribunal de Ética” encierra una contradicción. Los tribunales, creación de las leyes, las imponen coercitivamente y desde fuera, dado el carácter exógeno de la ley. No sucede así con la ética que, de naturaleza endógena, se adopta por decisión personal y libre. Por tanto en ética nadie es juez de nadie, salvo de sí mismo. Resulta, por tanto, inaplicable el concepto de Tribunal de Ética. La institución que más se le acerca es la de la comisión o grupo de estudio en el que, a partir de casos concretos, se investiga la aplicación de principios y valores éticos concernientes al caso. Esta actividad académica amplía el conocimiento de las implicaciones éticas de los actos humanos y da una base sólida de conocimiento a las decisiones éticas de las personas.
Documentación
La pregunta que intenta responder la ética clásica es esta:¿cómo vivir? Se trata de averiguar qué género de vida es el más digno y provechoso para un ser humano. Platón y Aristóteles indagaron largamente las condiciones de la vida buena para el hombre y concluyeron que la más importante es la virtud. Por virtud se entiende un hábito o cualidad permanente del sujeto, que le capacita para obrar de manera moralmente recta. Sin conducta virtuosa, la plenitud humana es impensable. De ahí que la ética haya de investigar la naturaleza de las virtudes humanas. La relación que guardan entre sí y la manera de adquirirlas. Por contraste, la ética moderna ha relegado la virtud a un lugar muy secundario. Ella se ocupa ante todo de contestar: ¿qué debo hacer? Se trata de identificar y fundamentar los deberes que han de observar las personas. Si la ética clásica atendía primordialmente al sujeto, a las cualidades que han de adornarle para llegar a la plenitud, la ética moderna se ocupa de los actos de ese sujeto y por su conformidad a las leyes que expresan deberes universales. El concepto de virtud es sustituido por el de norma y ley. A la vez se denuncia por ideológica toda doctrina de vida buena con pretensiones de validez universal. A lo más a que puede aspirar la ética es a establecer normas que rijan la convivencia de los hombres. Qué haga cada cual en el ámbito privado de su existencia, sobre esto el pluralismo es insuperable y la ética no tiene qué decir. Leonardo Rodríguez Dupla: La autonomía de lo ético, en Eticas del periodismo. Tecnos, Madrid, 1995, pp 68,69