¿Esta bien que un periodista haga acciones individuales porque la justicia no interviene en un caso del sistema político?
20 de Septiembre de 2016

¿Esta bien que un periodista haga acciones individuales porque la justicia no interviene en un caso del sistema político?

¿Si la información que un periodista tiene sobre un determinado caso que involucra a parte del sistema político, ya fue publicada, está bien que el periodista haga acciones individuales porque la justicia no interviene como debería hacerlo?

Respuesta: Cuanto el periodista haga individualmente y sin echar mano de los instrumentos de la profesión ni de su condición de periodista, pertenece a su fuero personal. Por ejemplo: si procede a instaurar una demanda, a título personal. Es de importancia destacar, sin embargo, que el periodista dispone de un instrumento poderoso para urgir la intervención de la justicia. Se trata de la noticia con seguimiento. No puede darse por terminada la tarea profesional del periodista después de formulada la denuncia periodística. Hecha la publicación, debe mantenerse un proceso de seguimiento que mantenga la atención sobre el tema y que convoque a la participación en la búsqueda de soluciones. También debe anotarse que el periodista consciente del poder de la información, y de su papel en la sociedad, rechaza la inclinación común a reemplazar y asumir tareas que no son las suyas. El periodista no es investigador judicial, ni es juez, ni es auxiliar de la policía ni de la justicia. Es periodista, y solo periodista, y su desempeño profesional es su contribución al desarrollo de la vida de la sociedad.

Documentación

 ¿Qué es ser periodista? Un adagio británico resume semejante destino en el de salir a la calle, ver lo que pasa y contarlo a los demás. O sea que periodista es cualquier ciudadano que quiera hacer eso y no se necesitan ni títulos ni honores para llevarlo a cabo. Al fin y a la postre, como dicen los italianos, se es periodista porque “trabajar es peor”. Una de las condiciones primeras es la curiosidad. Los filósofos llamaban a esto capacidad de asombro, e implica una cierta ingenuidad de espíritu, un amor a lo nuevo, un estar dispuesto a dejarse sorprender cada mañana. En esa capacidad de asombro reside el fundamento del conocer y por eso la rutina es el peor enemigo de la sabiduría. Lo bueno de los periodistas, de los periodistas a secas, es que se interesan por todo, se enamoran de todo, se arrebatan por todo y para todo. Su oficio es destripar los hechos para sintetizarlos luego. ¿Haz meditado alguna vez en el aspecto que ofrece la primera página de un diario? Es un mosaico irregular en el que se mezclan las últimas noticias de la política con el partido del domingo y los crímenes pasionales. Detrás de cada uno de esos relatos hay un periodista que los escribe, pero también hay otro que los valora, que tiene la sensibilidad de sopesar objetos tan diferentes y buscar las motivaciones comunes que le llevan a depositar todos esos hechos en la primera página: aquellas que se refieren al interés del lector. O sea que un periodista necesita ejercitar el previo deseo de conocer, y en eso se asemeja a los filósofos, pero igualmente ha de sentir la necesidad de contar las cosas, y en eso se parece a los juglares. Su pasión no se satisface sólo en la sabiduría propia, sino también en la curiosidad ajena, que ha de interpretar y que no siempre coincide con sus intereses, sus ideales o sus propios criterios. (..) hay muchas clases de periodistas como las hay de putas -¿no las clasificó Cela en izas, rabizas y colipoterras-? Hay periodistas que escriben, otros que corrigen lo que ellos han escrito, periodistas que hablan por la radio, o quienes están detrás de una cámara de fotos o son operadores de televisión. Hay periodistas que se pasan las horas muertas tras una mesa de despacho, seleccionando cables de agencia, y los que no paran de visitar comisarías. Algunos roban documentos o regalan bombones a las secretarias de los funcionarios, y las seducen para que traicionen al jefe. Hay periodistas que se tiran en paracaídas sobre lugares en conflicto, otros que organizan cuestaciones humanitarias, y no faltan los dedicados a hacer sociología, estadística o prospectiva. No son pocos los que se encaraman a la tribuna de la política o al pulpito de su propia religión, periodistas diputados, periodistas ministros, periodistas predicadores, periodistas detectives, periodistas oficinistas, periodistas listos y tontos, ignorantes y cultos, honestos y corruptos, periodistas que prefieren crear la noticia a encontrarla, o los que apuestan por protagonizarla ellos, periodistas que quieren ser académicos y otros que gozan con ser putos, novelistas, actores, ricos, poderosos, bohemios.... ¿Qué es común a todos ellos? Te lo repito, hermano, la curiosidad, la maldita curiosidad por saber lo que hay detrás de las puertas, debajo de las alfombras, dentro delos cajones o en el interior de las camas. Cebrian Juan Luis, Cartas a un joven periodista. Ed. Aguilar, Buenos Aires, 2003, pg 16, 17, 18.

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