¿Cómo superar los dilemas éticos del oficio en medio de malas condiciones salariales? La respuesta +ética a las situaciones creadas por los malos salarios parece elemental, pero demanda una fuerte coherencia personal: si el ejercicio de la profesión no le reporta ingresos suficientes para vivir dignamente, el periodista debe buscarse otra manera de ganarse la vida sin perjuicio de su propia dignidad, ni daño para la sociedad. En efecto, un periodista mal pago daña a la sociedad porque la condena a consumir una información contaminada de sobornos o de mentiras interesadas. No es el caso de quien suministra productos de mala calidad ( medicinas, ropas, electrodomésticos, alimentos, etc) cuya influencia es limitada; es la amenaza que significa un producto del espíritu (la información) de alcance ilimitado, que tiene que ver con decisiones personales o sociales, y en último término, con la libertad de las personas y de la sociedad. La más radical de las respuestas es, pues, cambiar de oficio. Es menos drástica la práctica de numerosos periodistas que escogen actividades compatibles con la dignidad de su profesión, como la docencia, la redacción, corrección o diseño de textos. Se trata de oficios que no comprometen la independencia del periodista y que le permiten ejercer su profesión sin hipotecarle la conciencia a nadie. Son respuestas incompletas para uno de los más graves problemas de la información libre en América Latina. La más completa sería una acción gremial para hacer respetar el derecho de los periodistas a un salario digno. Esta sería una solución para los periodistas, pero sobre todo para la sociedad puesto que le garantizaría una información libre, no dependiente de las malas condiciones salariales de los periodistas.
Documentación.
Hace poco la presentación de noticias oportunas estaba en manos de gente que controlaba los medios de comunicación: los gobiernos, los comerciantes y las iglesias. Durante siglos estas élites tuvieron su propio sistema privado de comunicaciones para mantenerse al tanto de los movimientos y tendencias, y ayudarse en la toma de decisiones. Pero la gran masa de gente solo conocía al mundo desde su interpretación o por historias heroicas narradas por trovadores itinerantes. Cuando Gutenberg perfeccionó la letra movible, puso en marcha una ilustración democrática que rompió el monopolio eclesiástico y gubernamental sobre la información y socavó el control centralizado de ambos. En la historia, las sociedades controladas han menospreciado las nociones de veracidad y exactitud, tal como hacen los posmodernistas de hoy. Los monjes de claustro en la edad media afirmaban que había una jerarquía de verdades. En el nivel más alto estaban los mensajes que nos informaban sobre el destino del universo, por ejemplo, si existe o no el cielo. Luego venía la verdad moral que decía cómo debíamos comportarnos. Luego venía la verdad alegórica que enseñaba la moral por medio de historias. En el último puesto, lo menos importante, estaba la verdad literal que ellos consideraban vacía de significado real y por tanto, irrelevante. La meta del pensador medieval no era la ilustración sino el control. El hecho real podía interferir con la ortodoxia. Una comprensión precisa de estos eventos del día amenazaba el control en ese entonces, tal como todavía lo hace. Pero el apetito por una fuente de información verídica que fue engendrado por la gente de Europa por la liberación de la palabra que hizo Gutenberg, creó un mercado temprano en el siglo XVII que podemos reconocer como los primeros periódicos. El periodismo de hoy tiene sus raíces en esta hambre pública por una fuente independiente de noticias e informaciones. El editor del primer periódico en Francia, aunque su empresa fue propiedad del gobierno, prometió en su primer número: “una cosa no cederé a nadie: me refiero a mi intento de perseguir la verdad.” Bill Kovach en Seminario de FNPI en Monterrey el 2 de septiembre de 2003. Gráficas Lauki, Caracas. Pp 19, 20
¿Cómo superar los dilemas éticos del oficio en medio de malas condiciones salariales?
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