¿Debe un periodista informar un caso de explotación infantil aunque pueda afectar negativamente la situación de los niños? Como sucede en todos los dilemas éticos, en este se impone una elección entre dos opciones buenas. Es bueno que una situación de injusticia se dé a conocer para que las autoridades pongan remedio; pero también aparece bueno el hecho de callar para no precipitar a estos niños a una situación de hambre y de indigencia. Cualquiera de las dos opciones tiene sus costos: la denuncia traerá el costo que la gerencia advierte: no habrá alimento ni paga exigua para esos niños y sus familias. El silencio, por su parte trae consigo la legitimación y continuación de una situación de explotación de los menores, con la complicidad del medio de comunicación.
Se impone, por tanto, la búsqueda de una tercera solución, mejor que las dos opciones anteriores, en la que aparecen elementos como estos:
a) La investigación del periodista sobre la real situación de los niños y de sus familias. No debe bastar el solo testimonio del gerente, presumiblemente interesado en ocultar la verdad.
b) La propuesta de que el trabajo que hacen los niños pueda ser hecho por los adultos de la familia.
c) La presentación del caso no solo como una denuncia sino como propuesta, con elementos como los anteriores.
d) El seguimiento del medio de comunicación al desarrollo del caso y su acompañamiento informativo a los niños y a sus familias. Como se ve, el periodista no es solo un testigo distante y transitorio, sino un actor comprometido cuando su información se convierte en un elemento dinámico de un proceso inconcluso.
Documentación.
Yo creo en el periodismo existencial, en la capacidad individual de los periodistas para desempeñar en el seno de su redacción un papel inspirado en su sentido de la responsabilidad y de la ética. Y de ejercer aquellos valores y convicciones si lo considera necesario, contra las costumbres y lasitud de sus colegas y directores. El director del Institut Romand du Journalisme, Daniel Cornu, expresa bien esta responsabilidad cuando afirma que la ética de la información depende de la convicción que el individuo, cualquiera que sea el lugar que ocupa, es el detentor de la intuición moral. Habla de la libertad intersticial del periodismo y se pregunta si el periodismo acepta ser una simple rueda funcional de un sistema en el cual los objetivos o los mecanismos le sobrepasan a él o al agente responsable de la información que entrega, lo cual nos lleva a las puertas de otra exigencia: el valor. No solo el valor físico de aquellos periodistas que franquean obstáculos, que se lanzan en paracaídas al otro lado de las líneas rebeldes y se infiltran en zonas prohibidas, no solo el valor político de ir contracorriente de la prensa dominante y de hablar del papel que desempeñan todos los nuevos poderes que definen los contornos de nuestro mundo., sino también el valor de poner en tela de juicio y, si es necesario, de invertir las jerarquías convencionales de la información. Esto tiene sus consecuencias, El compromiso no significa unicamente estar al lado de las víctimas cuando estas son masacradas, sino también actuar en pro de un periodismo preventivo o premonitorio que mentalice al mundo antes que los asesinos abandonen los cuarteles y carguen las armas. Jean Paul Marthoz: Sin humanidad el periodismo es negocio o propaganda, en Medios Periodísticos, cooperación y acción humanitaria.
Icaria, Barcelona, 2002. Pp. 209,210
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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