¿Puede un periodista informar sobre hechos que involucren a sus familiares o intereses personales? Se entrelazan en esta consulta dos valores éticos indispensables: la independencia y la credibilidad. Uno como periodista escribe para que le crean, por tanto reúne una información que considera suficiente y eficaz para que al leerla, o escucharla, logre el asentimiento del receptor. Con los receptores existe un pacto implícito sobre la obligación del periodista, de informarlo de modo convincente con temas de su interés, expuestos de modo que satisfagan su inteligencia. Ellos, a su vez, aceptarán la información y la convertirán en recurso para su inteligencia y para sus decisiones. Hay, pues, un tema de interés, y unos datos con los que se responde a esa demanda, porque son sólidos, porque son expuestos de modo atractivo y porque son creíbles. Y son creíbles, sobre todo, porque se los ve como resultado de un trabajo independiente, es decir no influenciados ni por el miedo, ni por el interés, ni por la inquina ni por el afecto. El receptor de informaciones utiliza de modo inconsciente esos criterios para evaluar las informaciones que recibe. Suele distinguir entre el material publicitario, que merece una credibilidad relativa, y el material informativo, al que desea darle una credibilidad total, si encuentra que reúne las condiciones para ser creído. Es evidente que si un periódico informa sobre las entidades que le entregan material publicitario, o sobre las empresas de amigos o de familiares, o sobre sus propios intereses, el público le dará una credibilidad limitada. Cuando el periodista se halla ante la circunstancia de informar sobre su familia o sobre sus intereses personales, es de elemental prudencia y honestidad encomendar la nota a otra persona, o advertir al lector el parentesco, por las razones de independencia y credibilidad que se han anotado.
Documentación.
La falta de confianza en el periodismo es criticada por las figuras públicas y por los lectores comunes. Una encuesta realizada por Gallup en 1999, en Argentina, que tuvo muy poca difusión en los medios, reveló que el periodismo goza de menor credibilidad que el Parlamento. Ello connota que si bien los avances tecnológicos aceleraron y mejoraron el procesamiento de la información, poco se ha avanzado en el tratamiento. Además, en reiteradas ocasiones los medios sobredimensionan el valor de la información y de la simpleza noticiosa se pasa al espectáculo informativo, al sensacionalismo. Género en el que se busca destacar hechos para confundir, exagerar para mentir y exaltar para vender. Incluso inventando noticias, globos de ensayo o cortinas de humo, se cae en la búsqueda del ´éxito cuantitativo0, que no es otra cosa que el abuso de la mentada libertad de expresión..Muchas veces, lo que es peor, trasciende en la sociedad, que tanto periodistas amparados en la famosa frase de que la plata no alcanza, como propietarios, se venden a los intereses del mejor postor, transformando la noble acción comunicativa en un burdo acto al servicio de la propaganda. Eugene Goodwin en “A la búsqueda de una ética en el periodismo” dice que “me siento molesto por lo que hacen tanto los periodistas como aquellos que dirigen los medios. A veces parece que no tienen un sentido preciso de lo que es la moralidad y de lo que es correcto e incorrecto. Ricardo E. Trotti: La Dolorosa libertad de Prensa. Atlántida, Buenos Aires, 1993. P 214