Ante la falta de protección para los periodistas en países donde la corrupción, la violencia y la impunidad tienen niveles muy altos, ¿cómo ser lo más objetivos e ir a fondo de un tema sin tener que arriesgar demasiado? R.- El periodismo ejercicio como servicio público de información siempre tiene sus riesgos, por eso es una profesión calificada como de alto riesgo.
Llegar a su ejercicio con los ojos abiertos significa aceptar el riesgo implicado en la profesión. El soldado, el policía, el bombero no pueden desempeñarse profesionalmente con mucho, poquito o nada de riesgo. O se acepta el riesgo y puede ejercerse la profesión; o no se acepta y se busca una profesión que sea más segura.
El periodista sabe que corre riesgos en favor del bien de todos, como corresponde a todo servidor público, ya que el periodista es un servidor público.
El periodista no afronta riesgos por su periódico, emisora o canal, que son empresas por las cuales no vale la pena arriesgarse. Su riesgo aceptado es el que tiene un objetivo más alto: el servicio de toda la sociedad. Y por ella sí vale la pena correr el riesgo.
Arriesgarse por obtener una primicia es insensato; arriesgarse por el bien de todos es un valor ético que dignifica la profesión y a las personas que la ejercen.
Hay que observar, sin embargo que una cosa es la valentía profesional y otra la temeridad. El valiente sabe lo que arriesga, por qué lo arriesga y cómo lo arriesga. No acepta riesgos inútiles o de espectáculo; es prudente al exponerse y estudia con calma los riesgos y las situaciones antes de actuar. Está dispuesto a arriesgarlo todo pero solo cuando es necesario; por eso, cuando es posible, consulta con otras personas conocedoras de la situación para no dejarse llevar por sus emociones.
Documentación
Dios mío, ¿qué estoy haciendo aquí?… nos pueden matar. Lo voluminoso del equipo de televisión nos impide actuar ligeros. Nos estorba. De lejos tal vez se confunda con armamento. ¿Y quién nos da garantías? Yo no sirvo para esto. Ya me tocó lo peor. Pinche Raúl, ¿por qué se te ocurrió mandarme? Bueno ya no estoy solo, ya somos tres. Que no pase nada. Que haya paz, Dios mío, apiádate.
Pero una guerra es una guerra. Mueren justos por pecadores. Los soldados contra el pueblo. La paz, la justicia, la libertad se ganan con sangre. Nada es gratis. Ya no más muertos, paz y libertad. ¡Carajo! Me muero de miedo y todavía no pasó nada grave. Y si me dan, mis hijos, mi esposa, mi mamá. Bueno, mis hijos, ¿qué sería de ellos? Mi esposa, no, ni pensarlo. ¡Carajo!, por qué pienso pendejadas.
Mañana es 17, tal vez mañana se sepa qué va a pasar. Todo se ve calmado. El miedo solo tiene cabida en mí. En el pueblo no se le ve. Parece que lo esconden en sus casas y salen a la calle como si nada. Lo esconden. ¡Oh! Ya hirieron a un fotógrafo. Otro periodista murió hoy al explotarle una mina. Y Nacho, mi cuate Nacho, lo mataron los cabrones. Me dio coraje, miedo, impotencia, quién sabe qué chingados, cuando leí la información de su muerte. Y me dijo: si no grito mi libertad ya me hubiera muerto desde antes.
Testimonio de Salvador Estrada, corresponsal de guerra en Yo, corresponsal de guerra Editorial Diana, México, 1982. p.75