Una cadena radial con el supuesto propósito de prevenir el abuso de menores engañados por las redes sociales, les tendió una celada y cuando llegaron a la supuesta cita con el desconocido que habían contactado en la red, los niños encontraron a sus padres y una cámara de televisión.
¿En qué queda la ética de periodistas y de medios en este caso?
Respuesta: Los engaños a través de los medios de comunicación pueden ofrecer resultados inmediatos; pero a mediano y largo plazo producen indignación y pérdida de credibilidad. Esto es explicable porque las audiencias mantienen contacto con los medios y confían en ellos, persuadidas de que pueden depositar en ellos su confianza. El engaño resulta inaceptable, aún si con él se pretende obtener un fin bueno, porque nunca el fin bueno justifica los medios malos, entre otras razones porque el uso de estos medios mina la credibilidad de quien los usa. Y puesto que se trata de una bienintencionada acción con finalidad educativa, esta pierde su peso moral cuando se apoya en el engaño. Esta exigente preservación de la verdad, y esta radical condena de cualquier clase de engaño imponen la búsqueda de otros recursos que no estén reñidos con la verdad y la lealtad que se les debe a las personas. En efecto, cuando alguien reclama verdad y lealtad, lo hace como exigencia de su dignidad personal. Negárselas es atentar contra la dignidad de las personas.
Documentación
Sissela Bok identifica cuatro excusas morales básicas para el engaño intencional: Evitar un daño; Producir un beneficio; Requerimientos de la equidad Y protección de la verdad. Todas implican un cálculo utilitario, un balance del bien y del mal, de modo que Bok llega a varios principios generales para totalizar las pérdidas y ganancias morales. “Al considerar distintos tipos de mentiras debemos preguntar en primer lugar si existen acciones alternativas que resuelvan la dificultad sin utilizar la mentira; en segundo lugar, cuáles serían las razones morales propuestas para justificar la mentira, y cuáles razones se pueden plantear como contraargumentos. En tercer lugar, como prueba para los dos pasos anteriores, debemos preguntarnos ¿Qué podría decir un público de personas razonables respecto a tales mentiras?" Ella comienza con un supuesto en contra del engaño y es que una mentira siempre causa un daño moral. En efecto, la víctima se siente violada y el sufrimiento de un inocente es un poderoso argumento en contra de la práctica del mentiroso. Si un reportero tratara de imaginarse cómo se sentiría si le mintiera en circunstancias similares entendería lo que aquí se quiere decir. Segundo: la mentira crea hábito. Incluso una mentira justificada podría cambiar el carácter de la conducta general del mentiroso llevándole a engañar en circunstancias que no tienen justificación. Es común observar que una mentira lleva a otra .Y qué decir de las mentiras impresas o de matizar la verdad para halagar a alguien que en el futuro puede sernos útil. Una vez que la mentira se convierte en una técnica para hacer el trabajo puede extenderse tan lejos que destruye el propósito para el que se debía trabajar. El mentiroso, además, supone que no lo van a descubrir y es más fácil para él comprender sus propias necesidades que las necesidades de los demás, de manera que exagera el daño que se evita, el beneficio que se logra con la mentira o la importancia de la verdad que obtiene con la mentira. Por último, el engaño crea un clima desmoralizante en el cual es fácil para las personas caer en un patrón de mentiras. Jack Fuller: Valores periodísticos, Colección Chapultepec de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) P. 41, 42.