Consultorio Ético de la Fundación Gabo
20 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

El diario para el que trabajaba me pidió crear un suplemento infantil semanal, lo hice, trabajé 10 meses como editora y, al pasar ese tiempo, prescindieron de mis servicios. Acepté mi liquidación, pero mi proyecto siguió saliendo semanalmente hasta la fecha. ¿Debo presentar una demanda por plagio? ¿Existe esa figura en mi caso, aunque ellos me hayan "encargado" el proyecto? El caso debe ser tratado por un abogado experto en derecho laboral.
Sin embargo y para utilidad de quienes abren este consultorio, es importante recordar las normas éticas que se relacionan con el plagio.
Según el código ético de los periodistas belgas "el plagio debe ser tenido como odioso y deshonrante, aunque se tenga la certeza de no ser descubierto." En efecto, en tanto que el delito de plagio se configura cuando se dan los elementos que lo definen legalmente � el principal de los cuales es que se haya probado- puede suceder que nadie caiga en la cuenta de ese plagio, pero no por eso deja de ser moralmente condenable.
Los elementos que configuran el delito de plagio son:
La voluntad de apropiación o negligencia en el uso textual de apartes de un trabajo ajeno.
Que ese trabajo ajeno se utilice para difundirlo como propio, al carecer de elementos que permitan identificar al autor, como comillas, nombre del autor, etc.
El hecho de que no se configuren los elementos del delito de plagio no quiere decir que en la apropiación de un trabajo ajeno, no se cometa una falta a la ética profesional.
Según el autor Della Costa, citado por el especialista Elker Buitrago, "plagio es el traspaso total o parcial de elementos integrantes identificativos del contenido de la obra ajena, mediante cambios, mas o menos disimulados para configurar una obra aparentemente propia, o para integrar o completar una obra que posee elementos propios. En su versión extrema, el plagio llega a superponerse con la mera copia o calco."

Documentación.

El hecho de que 30 países incluyan en sus códigos de ética la norma sobre plagio, le da una validez universal a la condenación de esta conducta.
El código griego lo define como una explotación del trabajo de otros reporteros, conducta que los códigos coinciden en calificar como " una falta profesional grave" (Código Naciones Unidas) o "violación de la ética" (Código de Felap) o 2 falta de integridad profesional." (Código de Unesco.)
Los periodistas belgas llaman "odioso y deshonesto" al plagio y los griegos lo miran como una "violación seria de las normas morales."
El código de los periodistas franceses agrega a los conceptos anteriores su apreciación del no plagio como una forma de respeto por el trabajo de los colegas". En efecto, es frecuente encontrar el tema del plagio en los capítulos dedicados a los deberes entre colegas. Los griegos, por ejemplo, extienden el sentido de la palabra plagio a la búsqueda de privilegios a expensas de otros colegas. Los periodistas húngaros utilizan, al hablar del plagio, la figura de "abuso de los derechos de autor" y abarcan en su descripción no solo los abusos contra el autor sino los del propio autor cuando entrega un artículo a diferentes medios sin advertirlo previamente.
Es comprensible esta importancia dada al plagio en los códigos de ética, por la naturaleza de la profesión y de los materiales que produce. Es una profesión en la cual la competencia en la entrega de los más oportunos y completos materiales informativos, podría degenerar en una abierta piratería de datos. Los hechos, desde luego, no tienen propietario son la materia común para los periodistas. Pero la presentación de los hechos, los datos adquiridos con exclusividad y el enfoque original dado a su información e interpretación, son propiedad de sus autores. Las líneas que señala esa propiedad no siempre son claras y deben ser defendidas por las normas sobre plagio, todas tan explícita y vigorosamente formuladas, que implican un consenso universal.

Herrán y Restrepo.
En Ética para periodistas. Edición latinoamericana. Tercer Mundo. Bogotá. 2001.

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