Discutimos en la redacción de mi periódico después de la publicación de una noticia "mal escrita." El periodista utilizó lenguaje popular todo el tiempo los editores condenaron ese lenguaje porque "lo ético es un periódico bien escrito." Y nosotros pensamos que lo ético es comunicar. ¿Qué es lo ético en esta materia?
Ciertamente, lo ético es comunicar, es decir, compartir con los receptores de la información, un conocimiento. Las dudas aparecen cuando el periodista se pregunta sobre el modo de compartir ese conocimiento.
Si utiliza el lenguaje especializado de los expertos, o las formas rebuscadas de los pedantes, reduce el número de los que pueden compartir. Esa exclusión de los que no pueden entender porque no les resulta accesible el lenguaje, no es ética, porque no se ajusta a la naturaleza de la profesión que contempla una comunicación para el mayor número salvo que se trata de publicaciones especializadas.
Pero si adopta la otra forma extrema, del lenguaje vulgar, puede ser que el periodista llegue a un vasto sector de la población, pero sin enriquecer su comunicación, es decir, su lenguaje. El periodista está situado en un nivel intermedio entre el público especializado y el popular. Intermedia transmitiendo conocimientos, muchas veces especializados, para su audiencia, en un lenguaje sencillo pero correcto, no necesariamente vulgar. Este lenguaje, en todas las clases sociales, suele estar contaminado por las influencias culturales que llegan de fuera o por las deformaciones de dentro que amenazan al idioma como factor y expresión de identidad. Esa identidad es la que el periodista defiende con su irrenunciable función pedagógica.
Documentación.
Dos hechos pueden servir de comienzo a una reflexión sobre el lenguaje de la literatura: el primero, que los poemas homéricos estaban compuestos en una lengua distinta de la hablada el segundo, que esa lengua fue sometida a la imposición del ritmo y vaciada en el molde fijo del hexámetro. Vale decir, que la epopeya primitiva fue cantada en un idioma artificial construido basándose en el dialecto jónico hablado y que el verso precedió a la prosa.
El lenguaje de la epopeya difería en esencia del de la vida diaria y un griego contemporáneo de Homero tenía que sentirlo así. Tenía que oír como algo extraño la constante rítmica del hexámetro, de los arcaísmos, las creaciones poéticas, los procedimientos sintácticos ajenos a la expresión cotidiana.
Esta separación inicial entre lengua hablada y escrita subsiste a lo largo de tres milenios de historia literaria en occidente. Todo discurso, todo poema, todo ensayo, toda novela, en cualquier lengua o momento de esta historia, está compuesto en un idioma que solo en parte coincide con la forma hablada. ¿En qué parte? En unas cuantas palabras y giros sintácticos, el resto es literatura.
Y no puede ser de otro modo: las dos formas de la lengua común se oponen por su finalidad y por las condiciones de su empleo. El lenguaje oral, esencialmente práctico, busca la comunicación inmediata vive en las frases dispersas de varios interlocutores: llamadas de atención, preguntas, respuestas, órdenes, exclamaciones, lamentos, -oraciones interrumpidas y elípticas en que la situación suple lo no-dicho o en que el tono de voz da tantas veces la clave del sentido- El lenguaje literario, en cambio, por mínima que sea la pretensión artística del autor, fluye en un continuo de oraciones, períodos y párrafos estructurados en la totalidad de un texto. A los fines prácticos e inmediatos del habla se opone la intención ordenadora y estética de la literatura a los múltiples interlocutores, e
Sostenía Aristóteles en su Retórica (III, ii, 2 y 3) que la desviación de lo ordinario era lo que hacía parecer más noble el lenguaje de la oratoria. Y que, puesto que el hombre ama lo insólito, el orador debía darle un aire extraño a sus palabras algo, que asombrara a sus oyentes haciéndolos sentir como ante un extranjero y no como ante un conciudadano. Hoy por hoy, esta constatación de Aristóteles sigue siendo una gran verdad de la lingüística: la prosa es como una lengua extranjera opuesta a la lengua cotidiana.
Fernando Vallejo.
En Logoi: Una gramática del lenguaje literario.Fondo de Cultura. México. 1997.