Tomé la fotografía de un grupo que había hecho un curso de seguridad ciudadana con la policía. La publiqué en el periódico para el que trabajo. Ahora uno de los fotografiados me reclama porque él no dio autorización para publicar su imagen y porque teme por su seguridad. ¿Hasta dónde van los derechos de los fotografiados y mis deberes éticos como fotógrafo? Hay una línea muy delgada pero inviolable que separa los derechos de los fotografiados, del derecho del público a la información. Esa línea se puede percibir cuando uno se pregunta y se responde con sinceridad por los motivos para fotografiar. Que si obedecen al legítimo deseo de conocer o comprobar algo que es de interés para todos, no hay duda de que el fotógrafo está en su derecho y defiende el de todos.
Muy distinto es el caso de la simple curiosidad individual o colectiva, que obedece a un capricho o deseo momentáneo y no a una verdadera necesidad de conocer. En esos casos los límites del derecho ajeno a conocer la intimidad de las personas, aparecen claros y deben respetarse. En resumen, es válido preguntarse: ¿esta foto, para qué? La respuesta muestra la existencia, o de un capricho, o de una necesidad de conocer.
En el caso propuesto es claro que el fotógrafo no está obligado a preguntar, uno por uno, a los del grupo, si autorizan la toma y la publicación de la fotografía. Si el fotógrafo no oculta su condición de reportero de un periódico, ni la obvia finalidad de la fotografía, debe darse por supuesto que los que permanecen ante su cámara, consienten la toma y la publicación.
Es muy distinto el caso de las fotografías que registran momentos íntimos de dolor, o de ira, o de miedo, o de ternura, que se publican sin el consentimiento de sus protagonistas. Si el hecho mismo de la fotografía es una entrada no autorizada en la intimidad de las personas, su publicación agrava el abuso y le agrega la voluntad de aprovechar comercialmente la violación de la intimidad ajena.
Documentación.
Muchas de las confrontaciones más emocionales sobre la ética, surgen por la fotografía. A menudo un escritor puede cubrir una situación con gran detalle, sin provocar respuesta, mientras una fotografía puede ocasionar una tormenta. Las mejores fotografías, incluso las que ganan premios, son especialmente sujetas a críticas, porque a menudo revelan emociones humanas. Es posible que críticos, que quizás ni conocen a los sujetos, se sientan movidos a compasión por el embarazo aparente o la invasión a la vida privada de éstos.Las pinturas son poderosas, pues modelan la visión del mundo en la mente de las personas, pero las fotos son todavía más poderosas que los dibujos o las pinturas. Son más naturales, más independientes del artista...en cieta forma son más reales. Susan Sontag (On photography) dice que cualidades como estas contribuyen a dar a las imágenes fotográficas "una autoridad virtualmente ilimitada en la sociedad moderna."
La impresión que causa la historia está muy a menudo determinada por la fotografía, más que por la historia misma. Los estudios demuestran que alrededor del doble de las personas miran la imagen, en comparación con las que leen el artículo. No es de extrañar que las fotos íntimas causen protestas.
Casi siempre fotografiar a otro ser humano significa meterse en su intimidad. A menudo los fotógrafos se sienten desgarrados por el sentido de culpa, especialmente cuando otros se enfadan con ellos por tomarles fotos. Sontag asocia la toma de fotografías al voyerismo y afirma que el acto de fotografiar a una persona "se asemeja a una violación." "Hay una agresión implícita cada vez que se utiliza una cámara para fotografiar" dice Sontag. Un fotógrafo abusa cruelmente del sujeto y se lleva su imagen como botín. "Fotografiar es apropiarse de la cosa que se fotografía", afirma Sontag.
Rivers y Methews.
En La Ética de los Medios de Comunicación. Gernika, México, 1998.