Durante el pasado proceso electoral mexicano, mi trabajo consistió en editar la información generada en las campañas de los seis candidatos presidenciales. La toma de posición se convirtió en el mayor de mis conflictos éticos porque me sorprendí tomando decisiones con base en mi posición política, abiertamente en contra del PRI.
Mis cuestionamientos eran: ¿merece el PRI, como institución y como responsable de la red de corrupción que ha enfermado al país por 70 años, un trato igual que sus contrincantes? ¿Puede considerarse rudeza innecesario señalar su oscuro historial? ¿Cómo identificar estos sesgos en las redacciones de los reporteros, igual de antipriístas que yo?
Finalmente el PRI perdió y yo, como muchos de mis compañeros, celebramos abiertamente el hecho, por lo demás histórico. ¿Y nuestra objetividad?
Las reflexiones de los periodistas en los talleres de ética, frente a conflictos como este, siempre han conducido a la reafirmación del mismo principio de la neutralidad del reportero, que se funda en estos hechos:
El público al que se llega a través de los medios siempre será un público plural en materia de preferencias políticas. Por tanto se impone una actitud de respeto hacia su posición partidista.Ese público tiene derecho a conocer los hechos y las opiniones de los políticos y de los partidos, para reafirmar o revisar sus convicciones. Pero esa información, para que sea útil, debe ser creíble, calidad que desaparece cuando se percibe sesgada por un punto de vista personal del periodista.Cualquier intento de mezclar hechos y opiniones. Debilita los hechos y es un agravio a la capacidad crítica del lector frente a los hechos.Más allá de estos hechos es perceptible la desconfianza del periodista, que insiste en expresar su opinión o en imponerla, en el poder educativo de los hechos. Más eficaz que su intento de opinar, es que el lector se enfrente a la versión exacta del hecho y que, a partir de allí, construya su opción electoral. La fuerza de los hechos, bien investigados y creíblemente contados, no necesita de adjetivos ni de comentarios del periodista, para convencer.
Documentación.
Carl Berstein, del equipo de reporteros del Washington Post, define un buen trabajo periodístico como " la mejor versión que se puede obtener de la verdad." Ningún periodista profesional desea darles a los ciudadanos una cobertura de segunda categoría. Quiero compartir algunas ideas acerca de qué podemos hacer para no ofrecerle al público una cobertura de segunda clase:
Primero, evitemos esa carrera de caballos a la que nos hemos acostumbrado. En tiempos electorales las redacciones son bombardeadas con encuestas de opinión que muestran a un candidato en primer lugar. Reportar sobre esos asuntos está bien aunque no debe ser el foco principal.
Segundo, lancemos por la ventana la idea de la cobertura balanceada. Nuestro objetivo debe ser reportar sin prejuicios ideológicos. La búsqueda del balance es, a menudo, un patrón dañino porque a menudo se interpone en lo que debe ser nuestro objetivo número uno: la verdad.
Para cambiar el molde de cobertura de las campañas electorales han funcionado algunos experimentos que tienen en común algunos puntos:
Formar sociedad con otras organizaciones de prensa. Las organizaciones de prensa ponen toda su energía en descubrir lo que la gente piensa que son los temas reales de campaña.Preparan artículos sobre esos temas.Les hacen a los candidatos las preguntas que harían los ciudadanos.Algunos han tratado a los candidatos como si fueran personas que buscan un empleo.Examinan la veracidad de la publicidad de campaña y escriben al respecto.
Charles Green. En Sala de Prensa. www.saladeprensa.org