Consultorio Ético de la Fundación Gabo
19 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Los políticos de mi país cuando están en campaña hacen promesas mentirosas para ganar votos; cuando llegan al poder, mienten sobre todo y pagan periodistas para que repitan sus mentiras. Uno me dijo: la verdad es amarga y las mentiras son dulces. Prefiero endulzarles la vida. ¿Cuál es el punto de vista ético sobre esto? Para el periodista es claro que la verdad es un elemento indispensable para la vida de la sociedad. Por eso la actividad periodística se concentra en la búsqueda, consolidación y difusión de la verdad sobre los hechos que ocurren todos los días. Además, el periodismo se convierte en la institución defensora de la buena fe del ciudadano común. Esa defensa implica el examen crítico del discurso y de las acciones de políticos y gobernantes con el fin de garantizarles a los ciudadanos que no serán engañados desde el poder. El periodista, además, sabe que la verdad tiene un impacto social que es la confianza. Cuanto más fuerte sea la confianza, tanto más sólida será la sociedad porque con ella son posibles el desarrollo humano y los consiguientes desarrollos económico, político, social y cultural. Todo esto se frustra, o se da solo en apariencia, cuando la sociedad convive con la mentira. Actividades como la diplomacia que, según el lugar común, se fundamenta en el disimulo y en las mentiras, requieren de la verdad para crear un ambiente de credibilidad, indispensable para el mantenimiento de buenas y productivas relaciones internacionales. El periodista, por tanto, sirve a la sociedad en tanto en cuanto propicia y defiende un ambiente de verdad en todos los campos de la actividad pública.
Documentación.
En las reuniones del Consejo de Interacción de exjefes de Estado y de Gobierno, del que soy asesor académico, se discuten problemas de ética. Recuerdo que en 1997 no hubo ninguna cuestión relacionada con la Declaración universal de las Responsabilidades Humanas del consejo que se debatiera con tánta intensidad como la de “¿No mentir?” El artículo 12 de la declaración trata sobre la veracidad y dice: “Nadie, por importante y poderoso que sea debe mentir.” Sin embargo inmediatamente sigue una puntualización: “El derecho a la intimidad y a la confidencialidad personal y profesional debe ser respetado. Nadie está obligado a decir toda la verdad constantemente a todo el mundo.” Es decir, por mucho que amemos la verdad, no debemos ser fanáticos de la verdad. Pero no exageremos. Los políticos también son seres humanos e incluso una persona veraz puede mentir cuando se encuentra en una situación difícil. No hablo de las mentiras que se cuentan por diversión ni de las mentiras piadosas, sino de las mentiras deliberadas. Una mentira es una afirmación que no coincide con la opinión de la persona que la hace y que pretende engañar a otros en beneficio personal. O como dicen los diez mandamientos: “No darás falso testimonio contra tu vecino.” Una vez el exministro de asuntos exteriores de algún país del sureste asiático me contó con una sonrisa, que en su ministerio corría esta definición de embajador: Un hombre al que se envía al extranjero para que mienta.” Pero hoy ya no puede construirse ninguna diplomacia eficaz a partir de esa idea. En la época de Metternich y de Talleyrand dos diplomáticos podían decirse mentiras a la cara. Pero hoy en la diplomacia secreta, es necesaria la franqueza por más que se emplee todo tipo de tácticas astutas en la negociación. El juego sucio y los engaños no salen rentables a largo plazo. ¿Pot qué? Porque minan la confianza y sin confianza la política constructora de futuro es imposible. Por consiguiente la primera virtud diplomática es el amor a la verdad, según el diplomático británico sir Harold Nicholson en su obra Diplomacy que Kissinger menciona a regañadientes en su libro. Esto significa que algunos estadistas como Thomas Jefferson tenían razón: no existe más que una sola ética, sin divisiones. Ni siquiera los políticos y hombres de Estado tienen derecho a una moral especial. Los Estados deben regirse por los mismos criterios éticos que los individuos. Los fiens políticos no justifican medios inmorales. Hans Kung en ¿Está justificada la mentira en política?

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