¿Hasta dónde debe ir el periodista en una información? ¿Es correcto acudir a la actuación y fingir que uno no es periodista cuando la historia tiene que ver con el bien público? R.- En unas respuestas recientes (ver consultas 1319 y 1320) ya se habían dado unos elementos de juicio sobre este tema.
A esas respuestas se les pueden agregar como resumen, las siguientes consideraciones:
1. En el periodismo de disfraz se percibe un conflicto de identidad profesional. En efecto, si el periodista tiene claro su objetivo profesional, descartará la acción espectacular que lo convierte a él en el centro de atención, porque esa no es la razón de ser de su trabajo; también desecha todo lo que podría hacer menos eficaz el servicio que le debe a los receptores de información, y el disfraz es un estorbo para quien quiere y debe ser creído.
2. El periodismo de disfraz crea la confusión entre la ficción y la realidad. Si el periodista asume una personalidad que no es la suya, marca con ello el comienzo de una ficción y por tanto pone la realidad fuera del alcance del receptor. Así en el problema de credibilidad consiguiente parece alejarse lo que el público espera de todo periodista: una verdad sin falsificaciones que pueda hacer real el derecho de la sociedad a acceder a lo real. En el menos malo de los casos el disfraz conduce a lo real, pero sin garantías de credibilidad para el receptor.
3. El disfraz para llegar a lo real plantea el problema del fin y de los medios. Puesto que es cierto que el fin no justifica los medios, esta clase de periodismo utiliza el engaño (un medio malo) para llegar a la verdad (un fin bueno) y de paso desecha medios buenos ( las técnicas de investigación) para obtener un fin que se obtiene integralmente cuando hay hallazgo de la verdad y garantía de credibilidad suficiente para que la verdad sea aceptada e influyente.
Documentación.
Algunas personas argumentan que los reporteros nunca deben actuar de manera encubierta y ninguna historia justifica que el reportero mienta. El que un periodista actúe como si fuera otro conduce a la pérdida de credibilidad y, sin credibilidad, ningún reportero u organización periodística puede servir al público. Otros argumentan que los reporteros tienen una obligación mucho mayor con el público y por tanto no pueden estar en ningún tipo de sensiblería. Si para conseguir una historia que pondrá al descubierto un gran error y que protegerá al público de cualquier perjuicio, es necesario valerse de un subterfugio, entonces vale la pena.
Quienes están a favor de esta línea de pensamiento señalan que, a menudo las organizaciones que se encargan del cumplimiento de la ley recurren a subterfugios para apresar a delincuentes. Un policía puede actuar como un narcotraficante, un ladrón, o incluso como un asesino para poner en prisión a quienes transgreden la justicia. Según sus puntos de vista la obligación de los periodistas es que el público conozca lo que ocurre es tan importante como la que tiene la policía de proteger la vida y las propiedades de los ciudadanos. Por tanto, afirman, es correcto que un reportero actúe de manera encubierta para realizar una investigación periodística.
Charles Green en Reporteros encubiertos. Pulso del Periodismo. Universidad de Florida.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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