En el medio en que trabajo la información internacional tiene un espacio mínimo porque el criterio del editor es que a los lectores solo les interesan las noticias locales, los deportes y la farándula. ¿Hay un deber ético de romper esa agenda tan limitada? R.- Es una equivocación frecuente la de los editores que seleccionan su material informativo con el solo criterio de dar gusto a los lectores. Este es un criterio válido para las empresas que venden alimentos, o ropa, o autos. Son empresas que deben consultar el gusto de los consumidores de sus productos si quieren hacer un buen negocio.
En el caso del periodista no es así, ni puede llegar a ser así. A quien consume informaciones sobre lo que sucede cada día no se le pueden dar noticias que sean de su gusto, sino las que le pongan en contacto con la variable realidad de cada día, gústenles o no.
Esa realidad es mucho más que deportes y farándula. Más aún: estas dos actividades pueden ser miradas como algo marginal de la realidad, que tienen mucho de artificio y que distraen de la realidad histórica de cada día.
Precisamente porque debe ayudar a los receptores de información a tener contacto con la realidad integral, no puede limitarse a lo local, porque el campo de lo real es tan amplio como el mundo. Ver lo que sucede en el mundo da elementos para entender lo que ocurre en la aldea; y para obtener los datos que permiten universalizar la aldea o sea incorporar a su vida los valores y progresos que alcanza el mundo.
Por tanto, las dos ideas: la del periodismo que busca gustar y entretener y la de la información restringida a lo local, son fórmulas que empequeñecen la profesión y que la vuelven insignificante y prescindible.
Documentación
Con nuestro oficio no podemos cambiar radicalmente el mundo, pero su ayudamos a la gente a que lo entienda, nuestro deber profesional es educarnos, reflexionar, cuestionar, dudar de todo lo que investigamos, leemos, escuchamos o miramos.
Aquella es la única manera de abrir el camino hacia la contextualización y el equilibrio en la información internacional. Lo contrario es dejar que el discurso direccionado o tendencioso se consolide en beneficio de los poderes mundiales.
Parecería absurdo proponer, desde la práctica cotidiana personal, enfrentar o contrarrestar los ejes del enorme poder informativo global, pero no lo es; de cada uno de nosotros, de nuestra responsabilidad con el oficio depende esforzarnos por entender de manera cabal y profunda, las causas, efectos y probables soluciones a los grandes problemas.
El periodista que considera su oficio como una misión social, como una labor de servicio a los demás, tiene una obligación ética: mantenerse en estado de alerta y de alta concentración intelectual para leer entre líneas y silencios de la información con las que nos bombardean loa centros silenciosos internacionales.
El periodista no puede dejar que lo envuelvan los eufemismos, las versiones unilaterales, las opiniones oposiciones de una sola fuente. Debe buscar opciones alternativas para completar o contextualizar los hechos. Debe estar atento para contrastar y equilibrar.
Debe entender, aun cuando debamos repetirlo, que toda información es sesgada, que toda verdad es relativa, que las noticias nos las cuentan seres humanos atravesados por prejuicios, subjetividades, presiones, autocensuras.
El periodista debe saber que todo lo que se lee, se escucha y se ve, está contaminado por intereses específicos o por particulares visiones de la realidad.
Un periodista que camine sin esas luces es irresponsable. Y llevará sobre sus hombros buena parte de la culpa de la desinformación y el desconocimiento que tiene su público sobre las razones ocultas de los hechos más trascendentes.
Rubén Darío Buitrón y Fernando Astudillo en Periodismo por dentro. Ediciones Ciespal, Quito, 2005, pp 138, 139
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
Tipo Consulta: