Consultorio Ético de la Fundación Gabo
26 de Julio de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Esta es una discusión que nunca termina: sin dinero no se puede hacer un periódico, pero el dinero, al corromper, destruye el trabajo del periodista. ¿Cómo hacer para que los periódicos no mueran por falta de dinero y para que el periodista no se corrompa por el dinero?
R.- Parece fácil decir como respuesta que el dinero deben ser medio y no fin. Pero, ¿cómo aplicarlo?
Josep Pulitzer al inaugurar uno de sus periódicos trazó una filosofía del asunto cuando explicó que ese diario tendría muchos lectores y, por tanto, publicaría muchos anuncios y que esa publicidad le daría dinero abundante para tener muchas noticias de calidad para los lectores.
Es una filosofía que parte del lector: "tendrá muchos lectores”. Y que completa el proceso en el lector: “tendrá muchas noticias de calidad para los lectores”.
Todo lo demás está subordinado al lector: los anuncios, el dinero y las noticias. La clave, por tanto, está en ese orden de prioridades: primero el lector, segundo el dinero que permite servir al lector con una información de calidad. Cuando estas prioridades son claras e imperativas, ocurre:
Que la empresa entiende que no ha de funcionar como cualquiera otra empresa, porque en ella el dinero no es la prioridad, aunque tiene la función de apoyo básico para el cumplimiento de la tarea esencial de la empresa. Que es un deber ético convertir la empresa en un buen negocio para que pueda ser útil a la sociedad. El periodista, si bien necesita un ingreso decente, sabe que debe subordinar sus aspiraciones económicas al cumplimiento de su misión periodística.
Documentación
El consumidor acaba cansándose de los fraudes y engaños. Y cuando se descubre que el público discrimina más de lo que pudiera sospecharse, se apela a la ética. La apelación a la ética tiene, en primer lugar, una explicación pragmática de eficacia. El engaño, la corrupción, el dar gato por liebre redundan en la falta de confianza y de credibilidad. De un modo u otro se reconoce que la fidelidad a unos principios y el autocontrol –y en esto consiste la ética– es rentable, otorga credibilidad y da prestigio. El sensacionalismo y el escándalo producen tal vez, una rentabilidad económica inmediata. A la larga, sin embargo, el periódico en cuestión recibe la etiqueta de periódico amarillo o poco serio, o debe recomponer su imagen y enderezar su orientación. Lo mismo ocurre con la denominada “telebasura”: o se resigna a este nombre o no tiene más que corregirse.
Por supuesto que esta corrección no tiene por qué hacerse en nombre de los principios éticos. La mayoría de las veces no es ética sino estética, o el buen gusto lo que está en juego. Pero la ética y la estética suelen ir más a la par de lo que parece, al fin y al cabo la educación ética ha consistido siempre en inculcar valores y principios de tal forma que lleguen a formar parte de nuestra naturaleza, que lleguen a “gustarnos”. El crimen, la tortura, el engaño, la deslealtad, el egoísmo son rechazados por sí mismos como algo que no conviene a la naturaleza o a la convivencia humana. Como dicen muy bien los sicólogos de la conciencia moral, dicha conciencia se adquiere cuando uno hace lo que debe por convicción y no solo por convención. Es decir, cuando uno rechaza el mal porque lo considera repulsivo y execrable y no porque haya un precepto que se lo prohíba.
Victoria Camps en El lugar de la ética en los medios de comunicación. Tecnos, Madrid, 1995.pp 54,55

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