¿Se debe informar de secuestros, aún si la policía o los familiares no lo han hecho?
Liberada la víctima: ¿pueden darse detalles sobre su identidad, modus operandi, pago de rescate, sin que la policía o la familia lo hayan informado, pero con datos fiables? R.- Las informaciones sobre secuestro deben tener en cuenta los efectos que puedan llegar a producir. Puesto que se trata de un hecho delincuencial con connotaciones políticas, o económicas, o sociales el periodista debe extremar su previsión sobre las consecuencias. Los delincuentes, las autoridades, pueden hacer uso de esa información y a los familiares se les puede causar daño.
Han de protegerse, por tanto, la intimidad de la familia. Datos como las sumas pagadas, la condición económica de la familia, o sus mismas reacciones ante el hecho, pueden satisfacer la curiosidad de algunos consumidores de información, pero también pueden ser potencialmente dañinos para los familiares y el secuestrado. También hacen daño los detalles sobre las operaciones emprendidas por las autoridades, porque alertan y previenen a los delincuentes y frustran acciones policiales que, manejadas con discreción, tienen mayores garantías de éxito.
A la previsión de las consecuencias de la información, deben agregarse consideraciones de solidaridad para con los secuestrados y sus familiares, lo mismo que el propósito de alertar a la población y de crear el clima solidario para hacer frente a la amenaza.
El secuestro, como acción terrorista, busca tres objetivos: difundir el terror, minar la confianza en las instituciones y notificar la aparición de un nuevo poder. Un periodismo reactivo, esto es sin un propósito de servicio público, puede contribuir a favorecer los objetivos del terrorista. En periodismo proactivo y de servicio, contribuye eficazmente al desmonte o neutralización de esos propósitos.
Documentación
La información de violencia puede tener, sin duda, una dimensión terapéutica, puede representar una ayuda ética en la curación de la propia violencia.
La sociedad necesita una cierta dosis de información dura y pura sobre la violencia para poder alcanzar al menos estos objetivos: conocer la realidad social; mantenerse despiertos en la búsqueda de soluciones pacíficas a los problemas que subyacen a la violencia; inmunizar a los ciudadanos contra la tentación a ser violentos; hacer florecer en todos la estimación por la paz; promover la necesaria confianza de la gente en las instituciones públicas, en los medios informativos, en las fuerzas de seguridad, en los tribunales de justicia; desesperar, en fin, a los violentos, es decir, transmitir a todos los ciudadanos la esperanza segura de que la violencia no ganará.
El problema está en que, como ocurre con las vacunas, se debe acertar en la dosis adecuada para alcanzar el efecto terapéutico. Una dosis excesiva de información violenta contagia la violencia, no es antídoto para nada, es una falta de ética. Una dosis por debajo de los mínimos, no cumple tampoco su función. No es una siembra de paz. La línea que separa una información sólida sobre la violencia y el periodismo sensacionalista es muy fina.
El problema de la dosificación de la información sobre violencia es difícil. No es una cuestión para irresponsables ni para pusilánimes. Requiere experiencia, sentido del riesgo y una conciencia lúcida de lo que significa ser periodista o empresario de la información.
Carlos Soria: en La ética de las palabras modestas. Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, 1997. P. 130.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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