Una periodista renunció a la emisora en que trabajaba argumentando que había sido maltratada por sus compañeros. El director expuso el caso al aire, ¿es ético discutir al aire estas diferencias entre colaboradores? R.- Si la idea que el director transmitió al público es equilibrada y justa, los oyentes han tenido la respuesta adecuada para su derecho a conocer. Sin embargo, ¿era su derecho conocer asuntos internos de la redacción? Puesto que se trataba de diferencias entre los colaboradores, que ocurrían mientras el programa estaba al aire, el problema había dejado de ser privado y era del dominio de los oyentes habituales.
Un equipo periodístico se debe al público y por esa razón, conflictos como el que motivó esta renuncia tienen que ser conocidos. En cambio, hay otra clase de diferencias que no ocurren en público: relaciones afectivas, asuntos de negocios o de problemas personales, que no tienen porqué discutirse públicamente, y cuya divulgación viola el derecho a la intimidad.
El tema propuesto, además, pone sobre la mesa el tema de la responsabilidad del periodista con el público. Cuando se trata de programas de opinión, el caso más común es el de la tolerancia o intolerancia que el periodista proyecta hacia el público.
Quiéralo o no, el periodista aparece ante sus oyentes o lectores como una figura destacada que puede ser mirada como un referente moral. El que sea conocido, identificado y, acaso, admirado, le da un liderazgo moral que influye en la percepción de los valores de la sociedad, y su ejemplo tiene un efecto pedagógico y moral.
No es, pues, desdeñable la fuerza de sus acciones y actitudes sobre la percepción de valores y sobre las acciones de las personas que siguen sus informaciones y comentarios. Así, el periodista no solo vale por lo que informa, también vale y pesa por lo que es.
Documentación
Sin el mito del periodista desfacedor de entuertos, buscador infatigable de la verdad, portador de los intereses sociales más universales, defensor de los sin voz, enemigo de la injusticia, la desigualdad y el secreto, azote de los poderosos, los medios de comunicación se hundirían y perderían todo su atractivo.
Más de una vez he dicho a algún empresario que la verdad y la honradez siempre son rentables. Puede parecer demagógico pero he comprobado que la gente más sensible tiene un fino sentido de orientación y no recibe gato por liebre, que es la tentación de los que entienden la información como negocio o instrumento para manipular la opinión pública.
La pérdida de credibilidad de los medios de comunicación en Francia es solo un ejemplo más próximo que indica que un periodista o un medio informativo solo es creíble o aceptable cuando no engaña, no desinforma, no intoxica a sus lectores. Otra cosa es el periodismo espectáculo o de entretenimiento, ahí intervienen otros elementos más parecidos al circo o a los negocios.
Margarita Riviere en Periodista, Grijalbo, Barcelona, 1994 pp 37 y 38.