Dos periodistas que discutían por televisión sobre su independencia fueron tan vehementes que uno de ellos abandonó el set con gran desconcierto para el público. El hecho motivó una polémica en que unos defendían que debe haber objetividad, independencia, imparcialidad en las opiniones; para otros lo importante es la responsabilidad y la honestidad ya que todos tienen opinión política y lo mejor es transparentarla. ¿Es posible y en qué sentido? Si la credibilidad depende de la independencia, ¿esto ha de ser en qué medida? ¿Hay otros factores de los que dependa la credibilidad? R.- La independencia es, ciertamente, uno de los componentes de la credibilidad, pero esto no excluye el compromiso con la verdad, ni la coherencia como elementos constitutivos de la credibilidad.
Cuando uno se pregunta por qué le cree a un periodista o a un autor, puede encontrar una variedad de razones. Unos creerán porque encuentran transparencia, otros señalarán la coherencia, esa unidad entre lo que se dice y lo que se hace; no faltará quien le crea a una persona porque es sincera; o porque genera confianza, y mucha gente dirá que le cree al periodista que después de mostrar todos los datos de un hecho, confiesa que su punto de vista sobre ese hecho es este o aquel. En este caso el periodista agrega al rigor en la presentación del hecho, la sincera expresión de su opinión personal. ¿Se le puede acusar de combinar opinión y hechos?
Otra sería la situación si los elementos del hecho y el tono mismo de la noticia se acomodaran para convertir el hecho en argumento a favor de la expresión personal del periodista
Por tanto, esa actitud de independencia y de sinceridad del periodista que no oculta su opinión sino que la comparte, está hecha de humildad para reconocer que la suya no es la verdad definitiva y que podría haber puntos de vista más cercanos a la verdad. Actitud que, a su vez, supone una predisposición a la tolerancia activa, que no solo reconoce y acepta las diferencias sino que las aprecia como un recurso valioso para avanzar en la busca de la verdad.
La convicción de que nadie tiene toda la verdad y de que los humanos siempre estamos y estaremos en el plan de buscar la verdad, crea en el periodismo un talante propicio para generar credibilidad.
Decir que la credibilidad se hace con independencia, es una verdad incompleta. Hay otros componentes o virtudes en la confianza que se llega a tener en un periodista.
Documentación
Hacer transparente la vida pública no significa ser neutral. Los medios no pueden ni deben ser neutros. El periodista es también un ciudadano y como tal no puede dejar de hacer política cuando hace de periodista. A eso lo llamo “buen oficio”: a cumplir con la obligación del ciudadano que sirve a la democracia haciendo periodismo. Saber escoger y preferir entre distintas posibilidades. Saber informar, o saber entretener. Los medios no solo reflejan el ámbito de lo público, de la vida en general, también deciden qué aspectos de la vida son más destacables. A su modo, también hacen política.
Me refiero a un concepto amplio de política como la entendió Aristóteles cuando definió al ser humano como “animal político”, animal con intereses que van más allá de su propio cuerpo y de su propia individualidad. En ese sentido nadie debe desentenderse de lo público y menos que nadie aquel que trabaja en un medio de comunicación.
Los medios no son neutrales, así han hecho aflorar la corrupción que la política mantenía oculta. Con lo cual han puesto de manifiesto su servicio a los intereses generales y el flaco servicio de la política a esos mismos intereses. No les pido a los medios que dejen de ser medios ni medios de masas. Les pido que actúen con criterio, como es propio de seres pensantes y no de máquinas obedientes a instancias externas. Una mínima dosis de creatividad se necesita para mediar e interesar a las masas. Tener criterio es, en realidad, saber hasta dónde se puede llegar, saber mantener el equilibrio que Max Weber le exigía al buen político: el equilibrio entre la responsabilidad por las consecuencias y la fidelidad a unos principios éticos.
Victoria Camps, El malestar de la vida pública, Grijalbo, Barcelona, 1996. Pp 186,187,188,189.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
Tipo Consulta: