La televisión mostró una escena desagradable cuando informaba sobre el rescate del pescador salvadoreño que duró perdido en el mar más de un año. Después del chequeo médico lo sacaron en una camilla, supuestamente muy débil y necesitado de cuidados. Nada de esto tuvieron en cuenta los reporteros que se precipitaron sobre la camilla y formaron un cerco de micrófonos sobre el convaleciente. ¿Es un imperativo del oficio, obrar así? ¿Los derechos de las personas cuentan más o menos que el derecho de informar? R.- Una afirmación elemental, llena de sentido común. Reza que la información es para las personas, no son las personas las que se subordinan a la información.
En otros términos: lo primero es la persona; el periodismo está al servicio de las personas y se imponen unas normas de respeto y de consideración a las personas involucradas en los hechos que cubre el periodista.
Más severa es, por otra parte, la consideración ética que hace ver a las personas como fines y que rechaza cualquiera práctica que las reduzca a la calidad de medios. Nunca una persona ha de ser utilizada como medio para obtener una noticia.
Llevado por una concepción primitiva de la noticia, que no consulta siquiera los requerimientos técnicos, el periodista ante un hecho noticioso como la recuperación del náufrago, llega a creer que si graba alguna palabra suya eso solo constituye una noticia. Y en esas circunstancias una persona no está en condiciones de decir algo que agregue información a lo que ya se conoce.
A esa consideración de orden técnico habría que agregar la de orden a la vez estético y ético que se echa de menos en el episodio que inspiró la pregunta. Ese apremio ansioso de una respuesta, cualquiera que sea, no es periodístico y sí maltrata a la persona sujeto de la noticia y a los receptores de la noticia.
Documentación.
La información como reflejo de la realidad es puro mito. Se trata, en verdad, de dar a conocer lo que ocurre. Pero también se trata de dar forma a eso que ocurre. También la información tiene una función emotiva potenciada por el contexto en que se enmarca: editoriales, comentarios, opiniones, titulares. La función de suscitar sentimientos, inquietudes, curiosidades, adhesiones. La información es una estrategia productora de moral o, por lo menos, de ciertos valores. La información selecciona, da relieve, a aquello que según el informante merece tenerlo. Informar ¿para qué? ¿informar desde dónde? ¿informar cómo? Si las tres preguntas son pertinentes, hay que concluir que informar no es tan distinto de opinar o por lo menos, interpretar. Decidir cuál ha de ser el objeto de la información es dar una opinión. Decidir la forma, –la extensión, la imagen– que debe tener la información es manipular la realidad.
Victoria Camps: El malestar de la Vida Pública. Grijalbo, Barcelona, 1996. p 174.
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
Tipo Consulta: