Consultorio Ético de la Fundación Gabo
26 de Julio de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

Al informar sobre los hechos que son noticia –una bicicleta bomba, matanzas, secuestros– ¿impedimos o atrasamos la reconciliación? O será necesario callar y esto es impensable para un periodista. R.- No es la verdad de los hechos la que hace daño, sino la forma de comunicarla.
La noticia sobre la bicicleta bomba puede ser contada para que la sensibilidad de los lectores se excite: titular en grandes letras; palabras que estimulen la imaginación y los sentidos: ¡Muerte en Florencia! “La muerte llegó en bicicleta”, “Sangre frente al cuartel de policía”. Si al titular lo acompaña una fotografía de destrucción, o de sangre, o de muerte, la imagen de una víctima que llora o grita, el lector se verá agobiado por datos que estimulan su sensibilidad, reaccionará instintivamente o se acostumbrará al horror y ese será el impacto del hecho. Pero no entenderá. Otra cosa sucedería si los titulares, la fotografía y el relato los llevan
· A pensar en las víctimas;
· A buscar las causas;
· A situar el hecho en un contexto;
· A medir las consecuencias del hecho.
Es decir, sin omitir los datos del hecho, estos aparecen subordinados a una visión y consideración inteligente de la noticia. Es la diferencia entre la mirada curiosa y superficial, y el acercamiento reflexivo de quien observa el hecho entendiéndolo e incorporándolo como elemento dentro de una apreciación integral de la realidad.
La primera forma de presentar la noticia estimula emociones y sentimientos y responde a una curiosidad efímera; la segunda propicia una comprensión serena y más amplia.
La reconciliación se construye sobre esa comprensión, pero se vuelve imposible cuando solo hay reacciones emocionales sobre los hechos.
La contribución del periodista a la reconciliación comienza con la presentación de los hechos, pensada para el mayor beneficio de todos.
Documentación.
La resistencia a la reconciliación resulta de una expresión: por una parte de la reafirmación de la causa perdida y, por otra, del rechazo a la impunidad por los crímenes cometidos en nombre de la paz social. En otras palabras, el antagonismo social no solo se encuentra en la raíz del conflicto, sino también en la comprensión misma del significado de la reconciliación. El horizonte convergente de la necesidad de construir una sola historia, tropieza, básicamente, con la incapacidad de conciliar visiones excluyentes (no tan solo diferentes) y también con la resistencia al olvido cuando la amnistía implica impunidad.
La pregunta por la vía de la reconciliación es el interrogante sobre el bien y el mal, una distinción básica en una sociedad porque hace posible la sobrevivencia y el desarrollo de un pueblo. Si no existe un fundamento ético previo en torno a lo que se debe hacer en una sociedad, sobre el cual se debe construir un consenso social y elaborar un estatuto jurídico correspondiente, entonces, en su ausencia, se cae en un relativismo ético que termina siempre con la presencia de víctimas. Una sociedad sin valores fundantes se rige por la ley de la selva, donde el poder fáctico es el único criterio. Por el contrario, una sociedad que respeta los derechos humanos de sus ciudadanos, no endiosa el poder político sino que más bien lo entiende como un servicio público capaz de posibilitar y fomentar la realización electiva de esos derechos.
En términos éticos, la pregunta clave es ¿desde dónde se determinan las condiciones de la reconciliación? En otras palabras, ¿es el poder de turno el que dicta las condiciones, o más bien los criterios objetivos de la verdad y de la justicia? Concretamente, ¿es éticamente legítimo matar, hacer desaparecer y torturar a las personas en algunas circunstancias? Y si la respuesta es afirmativa, entonces ¿quién define esas circunstancias?
El perdón no es, ni puede ser un ejercicio de olvido. Por el contrario, el perdón exige la memoria para el arrepentimiento y el consecuente propósito del nunca más. Sólo entonces se olvida el pasado para inaugurar una nueva situación de futuro que no se identifica con una vuelta atrás, como si no hubiera pasado, sino ir creando condiciones de posibilidad para un futuro distinto que ha aprendido del pasado y corregido el presente.
Tony Mifsud, s.j. La reconciliación, un camino ético en la verdad y en la justicia. Verdad y Reconciliación. Ediciones Sernal S.R. L. Lima, 2002 p. 187, 188, 189.

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