¿Qué límites hay entre ser un periodista sensacionalista y uno amarillista, o van de la mano?
¿Por qué se puede tildar a un periodista de amarillista o sensacionalista?
¿Un periodista puede ser sensacionalista por momentos?¿Ser sensacionalista es completamente malo, o hay variables? Si se tiene en cuenta el origen de la palabra “amarillismo” aplicada al periodismo, se concluye que designa, en menor grado, el mismo fenómeno del sensacionalismo.
Se llamó amarillo al periódico de Nueva York que para atraer lectores publicaba en lugar destacado la caricatura de un peluquero chino que todos los días comentaba con sus clientes la noticia del día. El dibujo era un reclamo visual que, por tener a un chino como protagonista, recibió el nombre de amarillo, o sea el periódico que acude a recursos como ese para llamar la atención de los lectores.
El sensacionalista va más allá en su afán de estimular los sentidos, porque reduce la noticia, toda la noticia, a un reclamo sensorial. Para él la noticia es lo que puede convertirse en imagen llamativa, o en titular escandaloso. Un incendio, una inundación, un asesinato son noticias de primer orden para el sensacionalista. En cambio una reforma constitucional, un hallazgo científico, un evento cultural son para él noticias de segundo orden que se tendrán en cuenta si ofrecen algún estímulo para los sentidos. Esto hace de la noticia sensacional un hecho que se cubre a medias, en cuanto puede ser visto u oído, no en cuanto estimula el pensamiento o le señala nuevos objetivos a la voluntad.
El sensacionalismo ofrece un aspecto positivo porque hace que el periodista piense más en el receptor de su información; lo negativo comienza cuando el periodista instrumentaliza al receptor, al pensarlo como cliente al que se le vende un producto o que eleva los niveles de sintonía o de circulación, y no como un interlocutor con quien se comparte un conocimiento. Además el sensacionalista solo ve y sirve a los sentidos de su receptor, pero no su inteligencia.
Documentación
El periodismo amarillo tan tenazmente estimulado en la década de 1890 por la guerra de las noticias de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer en Nueva York, amenazó con sepultar la responsabilidad debida a las noticias bajo un alud de sensacionalismos.
En su lucha de rompe y rasga por superarse en la tirada de sus respectivos órganos el Journal de Hearst y el ordinariamente cuidadoso y responsable World de Pulitzer alcanzaron cifras de circulación jamás conocidas, valiéndose de recursos sensacionalistas nunca sospechados por Bennett y sus seguidores. Los dos diarios hicieron del crimen, el conflicto y la sensación, la materia prima de su comercio, su insistencia en favor de la guerra contra España —aunque fue escasa la gravitación que tuvieron en el comienzo de las acciones— les produjo nuevos records de circulación.
El periodismo amarillo de esa época influyó incuestionablemente en la manera norteamericana de conceptuar la noticia durante los cincuenta años siguientes. Todavía excedido el cuarto de siglo siguiente a la manifiesta irresponsabilidad de la década del noventa, los periódicos de Hearst se caracterizaron generalmente por el énfasis exagerado que ponían en el crimen, la lujuria y el desastre. La lucha por la supremacía de la circulación entre los periódicos ilustrados sensacionalistas de la década de 1920 que se publicaban en Nueva York los llevó a mantener análogos procedimientos en el manejo de la noticia, y esta guerra de los tabloides indujo a periódicos de otras partes del país a plegarse a igual género de intemperancia.
¿Qué significa exactamente el término licencia referido al periodismo? Generalmente significa entregarse a prácticas que aun cuando sean legales y tal vez protegidas por la primera enmienda no condicen con la responsabilidad que tiene la prensa en una sociedad libre, de informar al pueblo acerca de asuntos que le conciernen. Licencia quiere decir entregarse a prácticas informativas que ofenden la moral pública, el buen gusto y la imparcialidad de juicio. Si la nota es exacta y equilibrada, una crónica que relata un fraude, una prostitución, el uso de marihuana o un homicidio sensacional, no es hacer periodismo amarillo. Esa licencia será sin embargo redactar y presentar estas crónicas de una manera que realce los aspectos sensacionales o tuerza los sucesos, asignándoles significación indebida. Es licencia sensacionalizar la noticia con el fin de permitir al lector relamerse los labios ante la indecencia, la crueldad, el sufrimiento o la debilidad humanas.
Periodismo informativo, Mitchele V. Charnley. Troquel, Buenos Aires, 1971. Pp 32, 33.