¿Pierden los lectores con la desaparición de un medio sensacionalista?
26 de Julio de 2016

¿Pierden los lectores con la desaparición de un medio sensacionalista?

"El periodismo sensacionalista no presenta la realidad tal como ella es, sino como le conviene más al periodista dominado por el afán de aumentar la circulación o la sintonía, y de obtener ganancias".

Acaba de cerrar sus ediciones un periódico sensacionalista que circulaba sobre todo en sectores populares de Colombia.
¿Pierden algo estos sectores con la desaparición de este diario? R.- El lector popular perdió un medio de información que suplirán los periódicos gratuitos, que les ofrecen información aunque no con el tono sensacionalista del diario desaparecido.
Mirado ese hecho desde el deber ser de la prensa es claro que la sensacionalista no es una buena información.
El periodismo sensacionalista no presenta la realidad tal como ella es, sino como le conviene más al periodista dominado por el afán de aumentar la circulación o la sintonía, y de obtener ganancias. Movido por ese impulso primitivo y vagamente profesional, el periodista sensacionalista quiere estimular y multiplicar las sensaciones de sus lectores, no su inteligencia. Un análisis semiológico de sus textos revela un constante reclamo a los sentidos a través de hechos y descripciones que estimulan los sentidos. La presentación editorial de las noticias, la redacción de los titulares, la edición de las fotografías, son reclamos para la vista y la imaginación del lector. Puesto que la realidad es más que lo que se ve y se oye, el diario sensacionalista presenta una sola parte de la realidad.
El diario sensacionalista, además, propicia una inequidad informativa que condena a los sectores populares a recibir una información degradante e incompleta.
Sólo ofrece una visión de la realidad social centrada en lo sórdido: crímenes, corrupción, catástrofes, accidentes, que dejan a un lado la realidad económica, política, cultural, la ciencia, las artes, bajo el pretexto de que estas son informaciones que no venden porque no son de interés para el público. Así, alimentando sus mentes y fantasías con lo sórdido, lo feo o lo anormal, pierden la autoestima de los sectores populares, la fe en sí mismos y en la sociedad en la que viven.
El diario sensacionalista no es, pues, una buena noticia para nadie.
Documentación
La lectura del periódico sensacionalista remite más bien a un tiempo cíclico, de la repetición. La sensación de que todas las noticias son parecidas se produce porque, en el fondo, todos los relatos hablan de lo mismo. Es la repetición incesante del drama humano. Por otro lado, la percepción de una atemporalidad de los sucesos se produce porque el mismo suceso podría haber ocurrido semanas, meses o años antes, que el relato sea leído. Esta percepción del tiempo se vincula, entonces, a un cierto modo de vivir la pobreza, como una fatalidad de la cual es difícil escapar.
Si la prensa sensacionalista conecta al lector popular con su propia realidad, entonces, podemos afirmar que para estos sectores la lectura no tiene el mismo sentido que en la cultura ilustrada. No es un informarse sobre lo que ocurre en la actualidad nacional e internacional. Es un informarse sobre lo que nos está ocurriendo a nosotros o más bien de lo que estamos viviendo. Es esta conexión con un nosotros lo que carga de sentido la práctica de la lectura en los sectores populares.
El lector popular normalmente no dispone de horas especiales en su jornada diaria para la lectura. Pero ello no implica inevitablemente que el objeto impreso suscitará solo una lectura distraída, desatenta, epidérmica, fragmentada. O que el sector popular sea capaz de entregarse o perderse en lo que lee. Nuestra investigación sugiere más bien que la lectura de los sectores populares se practica en, al menos, cuatro contextos diferentes: el hogar, el transporte colectivo, el lugar de trabajo y la calle. Sugiere también que estos contextos están asociados a tiempos determinados de la vida cotidiana de los sectores populares: el tiempo del descanso, del trabajo, y del traslado al trabajo.

Guillermo Sunkel en La prensa sensacionalista. Norma,Bogotá, 2002. P.128, 129, 130.

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