¿Debe la ética aclarar que unas determinadas afirmaciones son la opinión del periodista y no una noticia como tal?
25 de Julio de 2016

¿Debe la ética aclarar que unas determinadas afirmaciones son la opinión del periodista y no una noticia como tal?

Foto: Tumisu // Pixabay

El cruce de palabras entre el Presidente y el Alcalde de Bogotá se convirtió en motivo para toda suerte de opiniones de los periodistas que concluyeron, por su cuenta que hay una alianza política entre los dos personajes. Así lo entendieron los oyentes que llamaron a los estudios a opinar, ellos también. ¿No es de elemental ética, de periodismo básico, aclarar que unas determinadas afirmaciones son la opinión del periodista y no un hecho o noticia como tal? R.- El pacto implícito del receptor con el periodista establece:
1. Que opinión y noticia son dos realidades diferentes.
2. Que la noticia es la versión de un hecho al que el receptor tiene acceso mediante el trabajo del periodista.
3. Que la opinión es la visión personal sobre un hecho que se mira desde el interés y las convicciones de una persona.
En efecto, los medios de comunicación dedican espacios distintos y bien diferenciados a las columnas de opinión o a las noticias. A veces la opinión se concentra en las páginas editoriales y la información se despliega en las otras páginas. Hay periódicos y revistas que incluyen las opiniones y análisis en columnas claramente señaladas, dentro de las mismas páginas de información.
Cualquiera sea la forma, para el lector debe ser claro que opinar es un ejercicio distinto de dar noticias. La radio y la televisión tienen formas propias de comunicar esta diferencia, pero coinciden con el medio impreso en que el receptor no debe confundirlas.
Estas normas y prácticas tienen su razón de ser:
• El nivel de verdad es más elevado en la noticia que en la columna de opinión. En la elaboración de la noticia el periodista aplica las técnicas de confirmación y de crítica necesarias para ofrecerle al receptor la seguridad de que el texto de la noticia contiene la mayor aproximación que es posible a la realidad.
• El que opina tiene la obligación de opinar sobre hechos reales y comprobados, pero interpone el cristal de sus intereses y puntos de vista, de sus emociones y de su parecer personal, de donde resulta una visión distintas, complementada o desfigurada con elementos subjetivos. En este sentido se acerca a la propaganda y comparte con ella la calidad de verdad parcial.
• Pretender que el receptor acepte como noticia objetiva la versión modificada por una opinión personal, es una forma de engaño y de manipulación, a todas luces apartada de lo que el lector tiene derecho a esperar.
Documentación
Hacer transparente la vida pública no significa ser neutral... Los medios no pueden ni deben ser neutral. El periodista es también un ciudadano y, como tal, no puede dejar de hacer política cuando hace de periodista. A eso lo llamo “buen oficio”, a cumplir con la obligación del ciudadano que sirve a la democracia haciendo periodismo. Saber escoger y preferir entre distintas posibilidades. Saber informar o saber entretener. Los medios no solo reflejan el ámbito de lo público, de la vida en general, también deciden qué aspectos de la vida son más destacables.
A su modo, también hacen política. Me refiero a un concepto amplio de política. Amplio y mejor que el concepto estrecho que tenemos, según el cual sólo es política lo que hacen los políticos. Me refiero a la política como la entendió Aristóteles, cuando definió al ser humano como animal político, animal con unos intereses que van más allá de su propio cuerpo y de su estricta individualidad. En este sentido nadie debe desentenderse de lo público, del interés común, en el ejercicio de su profesión. Y menos que nadie el que trabaja en un medio de comunicación. Como ciudadano no sólo debe estar comprometido con la idea de un cierto funcionamiento de la sociedad, de un cierto modelo de estado, sino que difícilmente esas ideas podrán quedar aparcadas mientras trabaja.
Victoria Camps, El Malestar de la Vida Pública. Grijalbo, Barcelona, María T pies en el borde al bordillo de 1996. P. 186- 187

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