¿Cómo se debe cubrir periodísticamente la tragedia de la muerte de los 32 niños de Fundación (quemados en un bus) sin caer en el amarillismo, ni en el sensacionalismo? R.- De las Normas de los Manuales de Estilo y de los Códigos éticos se pueden extraer las orientaciones dominantes en las etapas de ese tratamiento informativo ideal.
- Recuerde que su función como periodista, en este y en todos los casos, es la de prestar un servicio social. Esto excluye cualquier finalidad comercial (informar antes que la competencia), o política (ganar la buena voluntad de los lectores para un partido, gobierno o candidato);
O de figuración personal (hacer una crónica para premio) o de objetivo institucional (ganarle puntos de raiting o de circulación a su medio). Debe ser claro que el periodista está al servicio de la sociedad, lo demás es lo de menos.
- El mejor punto de vista es el de las víctimas directas y el de las indirectas, familiares y allegados a las víctimas.
- La información debe contribuir a resolver el problema o a aliviar el impacto de la tragedia, o a buscar y proponer soluciones.
- Por tanto, el periodista no trabaja para responder a la curiosidad de la gente, sino para servir al interés por el bien de todos. Su papel es el de líder social, no el de recreacionista.
- Debe aportarle a la inteligencia de las personas, no solo a sus sentidos. Una es la información que les habla a los ojos y a los oídos para satisfacer la curiosidad, nada más; otra la que se dirige a la inteligencia y la voluntad de los receptores en busca de la solidaridad con las víctimas. Este periodismo estimula la participación.
- Para que este objetivo se cumpla es necesario evaluar críticamente la información que dan las autoridades y los testigos. Después de esta evaluación, proceder a dar una información propia.
- La clave de todo está en el interior del periodista cuando se siente solidario con las víctimas y con un instrumento poderoso en sus manos para ayudar a las víctimas, y hacer solidarios a los demás.
Documentación
Una de los preocupaciones éticas más persistentes en los medios de comunicación consiste en determinar lo que debe mostrarse o lo que hay que proteger en las imágenes que ilustran o muestran acontecimientos trágicos como pueden ser guerras, catástrofes naturales, accidentes de tráfico, ataques terroristas, actos de violencia, o suicidios. En estos casos resulta muy complicado determinar el papel que juegan algunas imágenes explícitas que además de informar, llevan consigo un efecto morboso o sensacionalista. Hay que elegir entre el derecho de los ciudadanos a la información y el derecho a la intimidad de las personas que aparecen en ellos, y este es un debate ético permanente.
Todavía resulta más delicado el tratamiento de imágenes de personas muertas. ¿Es adecuado mostrar cadáveres en los informativos? ¿hay formas aceptables de hacerlo? ¿La visión de imágenes de víctimas y en concreto de cadáveres de accidentes, guerras o catástrofes, ayuda a sensibilizar al público sobre sus temas o provocar, por la reiteración, la insensibilidad colectiva?
No se trata solo de los efectos que estas imágenes puedan provocar en el receptor, que en los últimos tiempos parece ser inmune al dolor y a la violencia porque está más que acostumbrado a ver en los medios, por lo menos, una docena de cadáveres al día, o exclusivamente de proteger el derecho de la víctima, sino también de prevenir el sufrimiento que provoca entre familiares ver reiteradamente las imágenes de la muerte de una persona cercana, a través de los medios de comunicación. O en el peor de los escenarios enterarse de la muerte de un familiar encendiendo el televisor o leyendo el diario.
Hay que evitar recrearse visualmente y de palabra con las escenas de dolor y de sufrimiento de las víctimas de una tragedia. También hay que ser prudentes con la utilización de imágenes de los cuerpos humanos sin vida o con graves mutilaciones. Asimismo se eludirán los primeros planos de cadáveres y de personas malheridas, mutilados o presas del pánico frecuente en estas situaciones.
Hay que evitar especialmente las intrusiones en la esfera íntima de las víctimas y de sus familiares. Si se considera imprescindible mostrar alguna escena donde se haga patente el dolor de las personas, se pedirá autorización a las personas que puedan concederla o se operará a distancia y con máxima prudencia. Igualmente, se pedirá autorización a quien corresponda para transmitir funerales o actos relacionados con las víctimas.
Fabiola Alcalá: ¿Sensacionalismo o sensibilización? En La ética informativa vista por los ciudadanos. Editorial UOC. Universitat Pompeu Fabra, Barcelona 2010. pp 243, 244.