¿Qué se puede hacer para librar a la sociedad de la prensa sensacionalista? ¿Por qué es antiética una publicación sensacionalista? R.- La prensa sensacionalista resulta de la suma de dos factores: la comercialización de las noticias y la curiosidad morbosa del público.
Una respuesta radical y teórica al problema del sensacionalismo periodístico tendría que ver con esos dos factores: en vez de la prensa que ha convertido la noticia en mercancía, la que la trata como un servicio; y frente al morbo ciudadano, una intensa y eficaz campaña de reeducación.
Como ve, son unos bonitos diseños sobre el papel. Pero otra cosa es la solución práctica y concreta.
Cada periodista puede cambiar la pequeña parte que a él le toca y ésta necesariamente afectará al conjunto. No se trata de cambiar la situación de la noche a la mañana sino de iniciar un proceso largo de cambio de mente.
Dentro de ese cambio tiene aplicación para el público receptor de información, cuanto el periodista haga para producir y ofrecer información dirigida, no solo a la vista y al oído, sino a la inteligencia del receptor.
El sensacionalismo responde a la vista y al oído y al gusto por lo sórdido, lo cual explica que no solo los medios tildados de sensacionalistas, todos los medios tienen la propensión a informar para los sentidos y, por tanto a estimular en el público la preferencia por lo sensacional y el desgano por lo inteligente.
Tener esto en cuenta y actuar en consecuencia, sería el comienzo de una respuesta al sensacionalismo de los medios y a favor de la dignidad de la profesión periodística.
Documentación
Es una realidad de nuestro tiempo ante la cual no hay escapatoria. En teoría la justicia debería fijar los límites pasados los cuales una información deja de ser de interés público y transgrede los derechos a la intimidad de los ciudadanos, añade Vargas Llosa, aclarando que los juicios contra la prensa sensacionalista europea y norteamericana sólo están al alcance de estrellas y millonarios.
Ningún ciudadano de a pié puede arriesgarse a un proceso que, además de asfixiarlo en un piélago litigioso, en caso de perder le costaría millones de dólares. Y, por otra parte, los jueces, con un criterio muy respetable se resisten a dar sentencias que parezcan restringir o abolir la indispensable libertad de prensa, garantía de la democracia.
El periodismo escandaloso, amarillo, es un perverso hijastro de la cultura de la libertad. No se lo puede suprimir sin infligir a esta una herida acaso mortal. Como el remedio sería peor que la enfermedad, hay que soportarla, como soportan ciertos tumores sus víctimas, porque saben que si trataran de extirparlos podrían perder la vida, afirma Vargas Llosa.
No se ha llegado a esta situación por las maquinaciones tenebrosas de unos propietarios de periódicos ávidos de ganar dinero, que explotan las bajas pasiones de la gente con total irresponsabilidad. Esta es la consecuencia, no la causa.
La prensa sensacionalista no corrompe a nadie: nace corrompida, vástago de una cultura, que en vez de rechazar las groseras intromisiones en la vida privada de la gente, las reclama porque ese pasatiempo, olfatear la mugre ajena, hace más llevadera la jornada del puntual empleado, del aburrido profesional y de la cansada ama de casa, anota el escritor peruano.
Vargas Llosa dice que es “una plaga de nuestro tiempo que por desgracia se da igual en las sociedades más cultas que en las primitivas”.
Ronald Grebe en Política, Ética y Comunicación. Prisma, La Paz, 2006. P 157.