Los periodistas dicen que tienen el derecho y el deber de mantener en secreto el nombre de sus fuentes y comparan ese derecho con el del abogado, el del médico o el de los sacerdotes para quienes existe el sigilo profesional. ¿Es cierto eso? R.- El sigilo profesional del periodista protege a la fuente que podría correr peligro al entregarle información publicable al periodista. El periodista, por su parte, con tal de obtener información, pacta con la fuente que podría poner en riesgo su vida o su trabajo, que mantendrá en secreto su nombre.
Este pacto es excepcional; lo normal es que el receptor de la información conozca su origen, de modo que pueda concluir si la información merece creerse por razón de la fuente.
Es de buena práctica periodística dar a conocer los nombres de sus fuentes y las razones por la que la fuente merece ser creída. Como en cualquier texto científico (y la noticia debe tener rigor científico) deben citarse e identificarse las fuentes de la información.
Aún en el caso de la fuente que el periodista no identifica, se le han de presentar al receptor las razones por las que la fuente se cita como autoridad: “una fuente cercana al ministro”, “investigador al servicio de la cancillería”, etc. El receptor tiene derecho a saber por qué es creíble un testimonio puesto que para el periodista no basta decir la verdad, es necesario, además, que el receptor pueda creerla.
Debe reiterarse, por tanto, que lo normal es que el periodista identifique sus fuentes; lo anormal y excepcional es que mantenga en secreto los nombres de sus fuentes, aún si un juez le exige identificarlas. En este caso la conciencia profesional tiene más autoridad que el juez.
Documentación
Los periódicos deben identificar sus fuentes siempre que sea factible. El público tiene derecho a toda la información posible sobre la confiabilidad de las fuentes citadas.
Sociedad de periodistas profesionales de Estados Unidos.
La mejor fuente para el desarrollo de una información y para el lector es la que se identifica con nombre y apellido. Dado que mucha información vital solo puede obtenerse sin citar directamente las fuentes, es necesario establecer algunos criterios:
1.- No calificar a las fuentes con adjetivos del estilo: fidedignas, confiables etcétera; puesto que si no tuvieran esas condiciones no serían fuentes.
2.-Tratar de aproximar al lector lo mejor posible al origen y la identidad de la fuente aunque no se mencione su nombre. Por ejemplo, si se trata de una información militar proporcionada por el jefe de estado mayor del ejército a condición de no nombrarlo, se puede citar como una alta fuente del estado mayor del ejército.
3.- No utiliza el recurso de atribuir la información proporcionada por una fuente a otra de un ámbito diferente. Por ejemplo, datos obtenidos en el ministerio del interior adjudicados a fuentes del congreso.
4.- No atribuir información con fórmulas tales como “según los analistas”, “los observadores”, “los expertos”, etc. Lo más adecuado es dar a conocer quien avala o de dónde procede la información.
Clarín. Buenos Aires.
El Washington Post se compromete a revelar las fuentes de todas las informaciones cuando sea claramente posible. Si aceptamos resguardar la identidad de una fuente, esa identidad no debe ser revelada a nadie fuera del diario. Antes de aceptar cualquier información sin una completa atribución, los redactores deben hacer todo el esfuerzo razonable para que conste. En caso de que no sea posible, los redactores deben considerar la posibilidad de buscar la información en otra parte, y si eso tampoco es posible, redactores deben pedir que conste una razón para mantenerse en secreto la identidad de la fuente y deberían incluir esa razón en su crónica. En todo caso, alguna forma de identificación casi siempre es posible, por ejemplo, por institución o porque nivel de cargo y deberían ser informada..
Citados por Camilo Taufic en La autorregulación del periodismo. Observatorio de medios, Fucatel, p. 30
Consultorio Ético de la Fundación Gabo
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