¿Cómo se aborda en una crónica el abuso sexual a menores sin irrespetar la intimidad de las víctimas y sin que la historia pierda contundencia, precisión, detalles clave de la investigación y la narración?
Respuesta: Como sucede con todos los temas de la agenda periodística, con este hay que comenzar preguntándose el para qué. Se trata de tener claro que uno no trabaja para vender periódicos, ni para obtener fama con noticias de escándalo, sino para beneficio de los que recibirán información, de modo que la ofensa no se repita y el mal se prevenga. ¿Cómo hacerlo? En primer lugar los datos tienen que ser severamente verificados. Cualquier error le resta credibilidad a la información y anula su potencial de influencia. El lenguaje debe ser digno, pero no inaccesible por lo especializado; la presentación atractiva para llegar a más receptores, y la forma debe estimular más la inteligencia que la curiosidad; con lo que se descartan los relatos y titulares de escándalo que excitan los sentidos y dejan inactiva la inteligencia. Todo esto deja claro que no importa el afán de ofrecer una información contundente, sino la voluntad de servir eficazmente y que son clave, la precisión y los datos que dan la magnitud del mal y del peligro. Cuando esto es claro, la redacción de la nota excluye, por innecesarios, los datos de escándalo. En todo hecho hay datos llamativos y excitantes que, sin embargo, no ayudan a comprender el hecho y que, en cambio, distraen. Habrá casos, también, en que el periodista concluye que el hecho no merece ser contado, por redundante, o por trivial. Otra razón para excluir, es el respeto a la intimidad de la víctima, que tiene derecho a que aspectos de su vida no se vean a la luz pública. En esos casos, si el hecho tiene una alta significación para destacar una tendencia dañina para la sociedad, el periodista da cuenta del hecho, sin nombres ni datos que puedan identificar a la persona afectada.
Documentación
Los diarios sensacionalistas promueven más antivalores que valores, no cumplen con el código de ética del periodista y menos aún con los postulados de los códigos de ética profesionales internacionales que convocan a los medios para exaltar los valores universales a través de una buena selección de temas y un correcto tratamiento de los mismos, la vida, la paz, la igualdad de razas y etnias, la igualdad de derechos, la tolerancia, la justicia económica y social, el bien público, el respeto a la ley, el respeto a la vida privada propia y familiar, la moral pública, el respeto a las autoridades, la unidad familiar, el respeto a la profesión de fe, el respeto a los jóvenes y niños, la libertad, y los valores espirituales, la generosidad, el respeto a la maternidad y la dignidad humana, no se muestran en estos diarios; son sus contrarios los que prevalecen en estas páginas, es decir los antivalores. La muerte, el suicidio, la violencia en las calles, la violencia contra la mujer, la violencia contra los niños, la violencia entre familiares, el delito, la desgracia ajena, el fatalismo, el esoterismo, el machismo, los cuerpos masculino y femenino objetos, las relaciones sexuales limitadas al placer, las relaciones sexuales promiscuas, la infidelidad conyugal y la violación sexual constituyen sus contenidos axiológicos. Así dañar la inteligencia moral de los individuos, entendida esta como la capacidad racional de diferenciar lo válido de lo inválido, lo correcto de lo incorrecto, para la búsqueda del entendimiento de los hombres entre sí. Al mostrar permanentemente hechos en los cuales los problemas se resuelven con soluciones simples y automáticas, sin pensar para nada en el bienestar de la comunidad como fin último de todo comportamiento enseñan a no razonar moralmente frente a los dilemas cotidianos. En otras palabras fomentan el predominio de las etapas preconvencional, donde no existen pautas morales que rijan las acciones –y convencional– cuando el individuo se sujeta a las normas solo para lograr la aceptación de la sociedad en desmedro total de la etapa superior o posconvencional, de la inteligencia moral, la búsqueda del bienestar social. José Luis Galvez y Marta Paz en Sensacionalismo, valores y jóvenes. P. 152,153. Fundación Pieb, La Paz, Bolivia, 2003