¿Qué hacer cuando el periodista tiene una información mejor que la de la policía o la de los jueces?
Respuesta:
Hay que recordar y tener presente que el periodista no es investigador judicial que suple o compite con los funcionarios. Es un ciudadano experto en obtener y procesar información sobre asuntos públicos o judiciales; cuando lo hace, se propone estimular el interés público sobre asuntos policiales o judiciales que ponen en peligro la seguridad ciudadana y el ambiente de armonía de la sociedad.
Esta es la finalidad inmediata de la información; cuando ésta busca otros objetivos, como responder a la curiosidad o al morbo de las personas, pervierte su objetivo.
Otra intencionalidad de esta clase de información es la de urgir a policías y a jueces la aplicación oportuna de la ley en beneficio del ciudadano. La publicación de estos materiales alerta a la ciudadanía y envía a las autoridades una señal clara: “la ciudadanía está advertida y espera el cumplimiento de los deberes de sus autoridades.” Es, pues, una forma de veeduría sobre la actividad que las autoridades deben desplegar cuando la seguridad de todos está amenazada. Crear ese ambiente de fiscalización ciudadana es un objetivo de la reportería policial y judicial.
Aún hay otro objetivo: es el de convocar a la solidaridad con las víctimas. Convertirlos en objeto de la curiosidad y el chismorreo de la gente, es un mal que transforma a la prensa en una institución dañina; por el contrario, llega a ser indispensable y elemento de progreso social cuando promueve la solidaridad como reacción ante el crímen.
Teniendo esto en cuenta, la información no hallada por las autoridades y obtenida por el periodista debe ser compartida con los ciudadanos, con dos propósitos:
a) Que el ciudadano, bien informado, haga suyo el problema que representan las acciones de la delincuencia y participe activamente. Cuando la información es escasa, o de mala calidad, el ciudadano mantiene una actitud pasiva y se convierte en un peso inútil cuando más se necesita su participación.
b) Esa información suplementaria en manos de los ciudadanos se convierte en argumento para urgir la acción investigativa eficaz de las autoridades. En efecto: da pié para el argumento: “si los periodistas pudieron obtener esos datos, ¿por qué las autoridades no?”.
Utilizar esa información para resolver el problema judicial o policial antes que las autoridades, sólo ocurre en las películas y series de televisión. Cuando eventualmente sucede en la realidad significa que el periodista ha asumido un papel que no le corresponde y que las autoridades no están capacitadas para hacer su tarea.
Documentación
La teoría del “morbo” o la idea de la violencia como remedio barato del tedio social termina siempre igual. Traduciendo la violencia pura y simplemente en un entretenimiento informativo. La vida se convierte entonces en una película. La realidad social se hace un medio informativo. La cultura de la información pasa a ser cultura comercial. Se escarba y comercia con el dolor ajeno. Se meten las cámaras y los micrófonos dentro de las heridas o de las muertes violentas. Se fomenta la histeria. Se excita el sentimentalismo más lacrimógeno. Se prostituye el dolor, Algunos medios informativos buscan la sangre como las pirañas. Y algunos editores y periodistas se comportan voluntariamente como carroñeros.
El alto costo social y ético que se paga por convertir la violencia en entretenimiento informativo es éste: maquillar los verdaderos problemas sociales, desintegrar a la comunidad sembrando el descompromiso y la falta de seso; hacer aún más difícil de comprender el dolor y el sufrimiento de los hombres; poner en riesgo vidas humanas; difuminar la importancia ética de la violencia; tomar en serio lo que no es y convertir en trivial lo que es importante, herir los sentimientos de mucha gente; intensificar la violencia difundida para que no decaiga el espectáculo; desprestigiar a la información.
Carlos Soria: La ética de las palabras modestas. UPB. Medellín, 1997. Pp133,134.