Recién acabo de regresar e integrarme a un medio de comunicación en el que se me asignó la nota roja. Hace algún tiempo todos los medios de la ciudad publicamos la imagen de un par de baleados (por cuestiones legales en México, borré los rostros y no publiqué los nombres completos). Sin embargo, la supuesta hija de uno de los afectados se puso en contacto conmigo para pedirme borrara la imagen y me acusó de no tener corazón, entre otras cosas. Al final cedí y borré la imagen por presión de mis compañeros, aunque considero que no tuve que haberlo hecho, ya que cumplí con la reglamentación y al parecer la víctima en cuestión podría estar ligada al crimen organizado.
Respuesta de Gumersindo Lafuente
¿Añaden esas fotos información relevante? ¿Son fundamentales para conocer lo ocurrido? ¿Aunque estén pixelados los rostros son identificables esos cadáveres? ¿Se está multiplicando el dolor de los parientes con su publicación? Creo que hay que hacerse estas preguntas antes de tomar la decisión de publicar ese tipo de fotografías. La respuesta no tiene por qué ser siempre la misma. Por lo que cuenta de su caso, parece que la decisión de retirar las imágenes es la correcta.
Respuesta de Mónica González
En países en donde la cantidad de homicidios y desaparecidos sobrepasa con creces los índices de países democráticos y sin conflicto bélico declarado, las presiones que se ejercen sobre el periodismo también adquieren características distintas, delicadas. Más aún cuando a esas cifras se suma la impunidad de la que goza el crimen organizado.
En este contexto, el dilema del periodismo no es si se tiene o no buen corazón. Respetando la normativa vigente, lo importante es no ceder fácilmente a las presiones de los delincuentes para perpetuar la impunidad de sus delitos. Porque no hay que olvidar que la información que se dispone en el momento de un crimen podría ser clave cuando el día de mañana la justicia decida actuar. Así lo ha mostrado la experiencia en muchos de nuestros países. Y, por cierto, sin olvidar jamás que lo primero es cuidar la seguridad del periodista y de su equipo. Habría que recordar también cómo se ha legislado últimamente y los debates que rodean el llamado “derecho al olvido”, que regula las condiciones que debe reunir una información para ser borrada.
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Respuesta de Álex Grijelmo
El que la víctima esté supuestamente ligada al crimen organizado no anula sus derechos, en este caso en relación con la reproducción de su imagen.
En la pregunta no se indica si se trata de cadáveres, aunque parece ser que sí. Este tipo de imágenes no suelen incorporar información adicional respecto de lo que ya relata el texto, y se pueden considerar por tanto innecesarias, sobre todo si producen más dolor a los familiares. Eso puede ocurrir también si se borran, difuminan o pixelan sus rostros.
Respuesta de Javier Darío Restrepo
Si se parte de un elemental principio ético de que el trabajo periodístico es para servir a las personas, no cabe duda: la información judicial, o crónica roja se obtienen, se investigan, se editan y se publican para servir, sobre todo a las víctimas, pero también a los investigadores, jueces, ciudadanos comunes y familiares de los implicados.
Estos, los familiares y amigos de las personas asesinadas, secuestradas, atracadas o extorsionadas, son víctimas a quienes el periodista debe prestar un servicio con su información.
Esto impone una precaución necesaria cuando se hace esta clase de información: preguntarse a quién se quiere servir: ¿Al periódico? ¿Al editor o al director? ¿A la sociedad? ¿A las víctimas? Si estos dos últimos tienen la prioridad se pueden definir con claridad los elementos de la información que se deben privilegiar, y los que se deben excluir para no hacer daño.
Y resulta evidente que se puede informar sin imágenes como las que motivan esta consulta. Es fácil detectar la información dañina si desde la piel de los afectados se pregunta: si yo estuviera en la piel de estas personas y fuera pariente o cercano, ¿qué sentiría ante la publicación de estas imágenes o de estos datos? Uno de los más viejos axiomas éticos reza así: “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti”.
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Además importa tener en cuenta que los posibles lectores de esta información pueden acceder a ella movidos por la curiosidad que busca el detalle morboso, lo disfruta hoy y mañana lo habrá olvidado; estos son los que se informan a través de los sentidos; otros, en cambio llegan a la noticia con el ánimo de saber lo que pasa en la sociedad en que viven para entenderla, o para cambiarla, o para solidarizarse, estos son los que se informan con inteligencia y voluntad positiva. De donde el periodista infiere si está dispuesto a hacer información solo para los sentidos, o para la inteligencia y buena voluntad de las audiencias, que es la información de mayor calidad y sentido ético.