En algunos congresos de la república existen Comisiones de Ética que se dedican a la aplicación del reglamento interno del Congreso. ¿Es esta una función de la ética?
Respuesta de Javier Darío Restrepo
Es una de las tantas minimizaciones que se hacen de la ética y que corresponden a definiciones comunes como: “La ciencia de lo bueno y de lo malo” o “conocimiento de lo correcto y lo incorrecto” o de limitar la ética al cumplimiento de un código o a la fidelidad a unas normas. De ahí resultan los códigos de empresas que buscan, por este medio, tener trabajadores productivos y dóciles. Es el caso de los reglamentos internos que no cambian a las personas, pero que sí mantienen el orden.
Y desaparecen la ética como ejercicio de la libertad y el hombre como legislador de sí mismo y emergen, en cambio, el humano que obedece por miedo, por interés o por alguna presión que le viene desde afuera.
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La ética es obediencia, pero a la propia naturaleza, y no es un recurso para imponer un orden, o un reglamento, sino el impulso que, nacido en el interior del hombre (algo escrito en el corazón, decía Kant) genera una dinámica de inconformidad con lo que es y la ambición del deber ser que orienta a la excelencia.
Esto, como se ve, no tiene que ver con reglamentos ni códigos y sí con la vocación humana a superarse a sí mismo.
Cuando Sócrates enseñaba que la condición ética está implantada en el ser del hombre, se refería a una realidad inmensamente superior a la que reflejan reglamentos y manuales de comportamiento en empresas o en parlamentos.