Hace poco se celebraron las elecciones de alcalde y prefecto en Ecuador. Me llamó la atención que una periodista de credibilidad en Guayaquil asistió a la celebración del triunfo del candidato de un partido, quien antes de ser candidato fue comunicador y entiendo que de ahí parte la amistad. Esta periodista sale en fotos de la celebración que se publicaron en redes sociales. ¿Es ético que participe de la celebración privada sabiendo que las fotos podrían ser públicas? ¿Esto no compromete a futuro su credibilidad? Lo pregunto porque en mi época de periodista esto hubiera sido una sanción, como me ocurrió una vez por el simple hecho de que me enviaran material promocional que nunca recibí, porque se mandó a devolver de inmediato. Nos tenían prohibido recibir hasta agua. También porque el candidato ganador pertenece a un partido político que tiene ya casi 30 años en el poder en la ciudad, incluso porque no existe ningún tipo de cuestionamiento de parte de la prensa local. Al contrario, el alcalde se asume como líder, voz oficial y representativa de todos los guayaquileños, algo que me parece un exceso.
Respuesta de Mónica González
Un periodista siempre es libre de entregar su apoyo político público a un candidato o un partido, lo que incluye participar en las celebraciones del triunfo si es el caso. Pero lo que no podemos olvidar es que esa misma participación y uso de una imagen pública en favor de una postura política determinada, despoja mi producto periodístico de la necesaria distancia que debe tener la información y el análisis de los protagonistas del poder. En otras palabras, le quita credibilidad de quienes no comparten sus opciones políticas. Los periodistas tenemos por cierto preferencias y opciones políticas claras, pero sabemos que lo óptimo es mantener esas opciones en el ámbito privado, y hacer todos los esfuerzos posibles porque no sean filtro ni contaminen mi entrega de información.
Respuesta de Álex Grijelmo
Los periodistas son libres de expresar sus opiniones políticas y de apoyar a un partido, como cualquier otro ciudadano. Ahora bien, desde ese momento pierden toda imagen de independencia y neutralidad. Aun así, es técnicamente posible que sigan elaborando textos ecuánimes.
En mi opinión, no es conveniente que un periodista se signifique políticamente porque eso puede contaminar al medio de comunicación donde trabaja, a sus compañeros y al público que los sigue. Pero estaría en su derecho de hacerlo si previamente no se ha establecido un código profesional que lo impida o que establezca algunas condiciones al respecto.
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¿Un periodista está impedido éticamente para defender a un político?
Respuesta de Gumersindo Lafuente
En tiempos como los actuales en los que los reductos de intimidad son tan escasos, hay que redoblar la prudencia. Tanto en la relación con el poder como en la aceptación de regalos o invitaciones que puedan condicionar nuestro juicio. Por otro lado es verdad que la independencia del periodista se demuestra con su trabajo del día a día, ahí es donde debemos esmerarnos. Pero las apariencias también importan, y mucho.
Respuesta de Javier Darío Restrepo
Este frecuente caso merece, entre otras, consideraciones como estas:
1. La relación prensa-poder. Que debe ser la suficiente para mantener al poder y a los poderosos bajo vigilancia. Esta fiscalización se le debe a la población, que necesita y tiene el deber democrático de mantener a los responsables del bien común bajo su mirada crítica, estimulada y documentada por la prensa.
Si se tiene en cuenta, además que el poder corrompe y que el periodista es corruptible, es de prudencia elemental, mantener la distancia respecto del poder.
2. La necesidad de mantener intacta la credibilidad del periodista. Esta resulta afectada por cualquier forma de cercanía con el poder. Quienes reciben información creen en ella en la misma medida en que ven independiente al periodista que les informa. Cualquier forma de dependencia altera esa confianza porque, no basta ser independiente, además hay que parecerlo.
La amistad con políticos y gobernantes debe quedar en el ámbito privado y lejos de la mirada del público. No hay que olvidar que para el periodista la independencia es un bien tan indispensable como frágil y de alta vulnerabilidad.