¿Es ético que un periodista contratado y pagado por un periódico escriba contradiciendo el pensamiento del periódico que le paga? ¿No es una forma de deslealtad?
Respuesta de Jorge Cardona
El hecho de que un periodista trabaje con determinado medio de comunicación no implica que tenga que compartir todas las posturas editoriales de esa casa periodística. Si no es obligatorio para quienes opinan desde las páginas editoriales, tampoco debe serlo para quienes desarrollan labores informativas. El éxito de una empresa periodística es que la libertad de expresión sea válida para unos y otros. Sin embargo, es claro que quienes opinan pueden hacer uso de esa prerrogativa de manera más independiente. Quienes lo hacen desde la información, deben aportar las pruebas para demostrar que lo que afirman es fidedigno, y sus productos se deben someter a los rigores de la edición. Solo así es posible el equilibrio entre los intereses del propietario con el criterio de quienes ejercen el periodismo. Una redacción de profesionales sin crítica es tan equivocado como creer que su pensamiento tiene que coincidir siempre con el de sus contratantes.
Respuesta de Gumersindo Lafuente
El periodista tiene su principal contrato con los lectores, a ellos se debe en primer lugar. Su credibilidad personal y la de su medio se basa en hacer su trabajo de una manera profesional, ética y rigurosa. Es verdad que en ocasiones pueden surgir conflictos con los intereses o la línea editorial de los propietarios de las empresas, pero las que tienen un espíritu periodístico genuino siempre abren un espacio suficiente de libertad para que las informaciones respondan a los criterios mínimos necesarios para poder ser consideradas como periodismo. Por lo tanto, no solo es ético, es necesario que los periodistas luchemos por esos espacios de libertad para poder ejercer nuestro trabajo.
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¿Cómo hacer periodismo de calidad?
Respuesta de Mónica González
La consulta es demasiado amplia ya que todo depende del contexto en el que se da esa discrepancia. La línea editorial de un medio y la toma de partido de sus dueños frente a temas relevantes se expresa en las páginas o espacios reservados a la Opinión. Es su derecho. Lo importante es que esa posición no obligue a los periodistas a replicarla al momento de informar, incurriendo en censura o distorsión.
Un dilema ético que enfrentan a diario nuestros colegas en distintos países, y en el que muchas veces está en juego la fuente de ingreso. Hay disparidad de fuerzas en esa pugna. Pero hay veces en que los límites se sobrepasan y los periodistas deben asumir acciones colectivas para representarle a su audiencia que no están de acuerdo con los términos de una editorial o columna de opinión.
Es lo que ocurrió en el diario La Nación de Argentina al día siguiente de que el presidente Mauricio Macri ganara la elección, en noviembre de 2015. En la editorial del diario -“No más venganza”- se afirmó que “la elección de un nuevo gobierno es el momento propicio para terminar con las mentiras sobre los años 70 y las actuales violaciones de los derechos humanos”. La mentira era que los miles de detenidos desaparecidos asesinados por las dictaduras en ese país, la brutalidad con la que fueron exterminados, no fue más que la respuesta a una violencia de origen. La indignación y el estupor de los periodistas fueron creciendo con el correr de las horas, hasta que se congregaron y exigieron derecho a réplica. Y lo lograron. Esa fue una expresión ética, y muestra la fuerza que adquiere a la hora de defender principios.
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Respuesta de Javier Darío Restrepo
A diferencia de otras profesiones, en el periodismo el amo o patrón del periodista no es quien le paga sino los receptores de su información, sin excepción; a ellos debe su servicio que es el de entregar una información que sea útil para su ejercicio ciudadano y humano.
Esto es así porque tal es la naturaleza de la empresa periodística. El periodista y las empresas trabajan con una materia prima que es la historia diaria que hace toda la sociedad, y solo a ella le pertenece.
Esa historia diaria se recolecta, procesa y publica con el objeto de prestar un servicio público, y esto convierte a los periodistas en servidores públicos que trabajan en una empresa privada que, a su vez, presta un servicio público.
Es esta condición la que diferencia a periódicos y periodistas de otras empresas y trabajadores. El interés de estos empresarios, sea económico, social o político, estará subordinado al interés principal y esencial de las empresas periodísticas: el servicio al interés público. Así, no se informa para hacer un negocio, sino que se hace un negocio para informar con calidad.
De la naturaleza de ese servicio hace parte darle voz a toda la ciudadanía, tanto la que está de acuerdo con los dueños del medio como a los que no coinciden con él; y si el dueño del medio es el gobierno, mal haría este en convertirlo en instrumento de propaganda porque este medio es de la población, no del gobernante y debe ser el espacio en el que la ciudadanía se comunique con el gobierno para expresarle sus acuerdos, sus desacuerdos, sus propuestas. La lealtad primera del periodista de cualquier medio es, por tanto, para con la sociedad, no es para quien le paga. Este, el empresario periodístico, también se debe a la ciudadanía.