¿Es ético que los periodistas que han sido generosos en atender la agenda de la oposición, al triunfo de esta se les proponga a dirigir medios públicos como la agencia informativa de Estado? Más allá de la calidad del trabajo de esos periodistas, el sólo hecho de haber resaltado temas a conveniencia de la oposición, ¿existe conflicto de interés entre el periodista y su nuevo potencial empleador? Y voy un poco más allá: ¿deben los periodistas aceptar trabajos en el gobierno después de opinar en contra de los adversarios del mismo, es decir, de su empleador?
Respuesta de Jorge Cardona
La consulta aborda uno de los escenarios más controvertidos en el ejercicio de la profesión, pero justamente por esa circunstancia, cabe referir que no ha sido, ni es ni será un asunto novedoso. La historia del poder político suele estar asociada al poder mediático, y por eso no extraña ver cómo, cada vez que se reestructura el poder por los cambios de gobierno, hay también una transición en las responsabilidades comunicativas. En otras palabras, no es una extrañeza que se active la puerta giratoria del periodismo entre los medios y los gobiernos. Eso no quiere decir que en términos de deber ser resulte loable. Pero es inocultable que el poder político se afiance en los escenarios mediáticos y que, por esa misma razón, muchos periodistas transiten de un lado a otro a su conveniencia. Para los gobernantes, estos aliados de ocasión resultan muy eficaces para el desarrollo de sus agendas, y en perspectiva ética constituye una decisión de conciencia individual moverse hacia un lado u otro. No debería ser así y sería preferible que los periodistas no dejen nunca de serlo, pero también es difícil establecer o evaluar qué implica perder la independencia para alinearse a un proyecto político.
Respuesta de Gumersindo Lafuente
Lo que en ningún caso es ético es lo que usted llama ser "generosos". Los periodistas no debemos hacer nuestro trabajo en beneficio de unos o de otros, debemos ser respetuosos, rigurosos, decentes. Por lo tanto, si el principio de lo que plantea ya está contaminado, la segunda parte aún más. ¿Quiere decir esto que no es ético para un periodista aceptar trabajar en un medio público? No, si ese trabajo está guiado por la profesionalidad y se realiza en condiciones de suficiente independencia. Por lo que se refiere a la última pregunta creo que casi nunca es bueno mezclar laboralmente periodismo y política. Puede haber excepciones, pero casi siempre el que sale perdiendo es el periodismo.
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Respuesta de Javier Darío Restrepo
Los periodistas que han vivido esos ofrecimientos de cargos oficiales, saben y testimonian que el primer conflicto que enfrentan es el de su independencia. ¿Qué espera de él quien le ofrece el cargo? ¿Qué sea un propagandista? ¿Qué sea un periodista? Dos profesiones distintas y divergentes. El propagandista atrae adeptos y los retiene; el periodista informa para todos y se propone ser creíble.
Esos dos objetivos: el del periodista y el del propagandista no se pueden unir en una sola persona porque uno, el del propagandista o publicista, es incompatible con el periodista.
A ese dilema se agrega otro: ¿a quién sirvo? ¿Al que me paga o al que me lee? Para ser coherente deberá servir a su lector pero esta posición puede ponerlo en conflicto con el que lo ha contratado.
Gobernantes y políticos suelen pagar favores con cargos, bajo la convicción de que así tendrán de su lado y a cargo de sus asuntos, a incondicionales. Y es aquí en donde aparece el conflicto mayor: el periodista no es incondicional de nadie, salvo de los que reciben su información que, a su vez, reclaman de él para creerle una total independencia. El periodista es alguien que ni se vende, ni se compra porque, más que el aire que respira, necesita independencia.