¿Cómo debemos referirnos al hablar de personas con síndrome de down?
Respuesta de Alex Grijelmo
Esa denominación se considera correcta hoy en día. Sin embargo, estas fórmulas pueden varias según los países y según las épocas.
Hay que considerar aquí la teoría del dominó que formuló el lingüista norteamericano Dwight Bolinger en su obra Language: The Loaded Weapon (Lenguaje: el arma cargada), (Longman, Nueva York, 1980, página 74).
Según esta formulación, las palabras que sustituyen a otras que nos suenan mal (aunque se refieran a lo mismo) tienen una vida limitada porque son sustituidas a su vez tras absorber la fuerza peyorativa de la anterior. Hemos presenciado muchos casos así en los últimos decenios, al nombrar realidades que preferiríamos que no existiesen. Por ejemplo:
- La palabra “viejos” quedó sustituida en el lenguaje políticamente correcto por “ancianos”, que a su vez se volvió negativa. Llegó entonces “personas de la tercera edad”, que reemplazamos ahora por “personas mayores”.
- Los “países subdesarrollados” se convirtieron en “países del Tercer Mundo” o “tercermundistas”, hasta que eso se consideró un insulto. Así que decidimos denominarlos “países en vías de desarrollo”, locución que empieza a sustituirse por “países emergentes”.
- Los “mongólicos” recibieron con esa palabra una designación descriptiva, que se tornó perversa. Surgió entonces “subnormales”, impulsada por las propias asociaciones de familiares. En España, por ejemplo, la “Asociación de Familiares de Niños y Adultos Subnormales” (Afanias). Años más tarde se debió sustituir en el lenguaje correcto por “retrasados” o por “deficientes”, más tarde por “insuficientes mentales” o “discapacitados psíquicos”, y finalmente por “niño con síndrome de Down” o, ahora, “un Down”. Pero nada garantiza que eso no se vuelva peyorativo dentro de unos años.
Respuesta de Gumersindo Lafuente
En principio es una denominación generalmente aceptada.
Respuesta de Javier Darío Restrepo
La información de calidad sobre personas con discapacidades las muestra como personas y como parte activa de la sociedad.
Por tanto, el periodista destaca su potencial -son personas con capacidades con las que pueden contribuir a la vida de la sociedad- y hace énfasis en sus posibilidades de superación de sus limitaciones.
Esto supone el fomento de una cultura abierta para todos, que excluye los lugares comunes de discriminación, lástima o rechazo que, además de injustas revelan desinformación sobre la real situación de las personas con limitaciones.
Para que esta información sea a la vez completa y respetuosa, el periodista vela porque su información sea, en vez de prejuiciada e incompleta, sea abierta e informada como expresión de una actitud de servicio para los sujetos de la información y para los receptores, a quienes debe orientar sobre el trato debido a esta parte de la población.
Estas son disposiciones necesarias para el desempeño del periodista en general; pero acentuadas cuando se trata de personas con limitaciones porque así se contribuye eficazmente al cambio de una cultura de intolerancia por una de tolerancia y aceptación y aprecio de las diferencias, y de irrespeto por la vida y por el otro, por una cultura abierta a todos, que es el ideal de una sociedad.