A veces me dicen que tomo la bandera de activista cuando se trata de reportajes o entrevistas que tienen que ver con temas de derechos humanos. Mi pregunta es ¿Cuándo un periodista se convierte en activista? ¿Es ético? ¿Está permitido sentir emociones o empatía cuando estamos ante el dolor ajeno?
Respuesta de Gumersindo Lafuente
Un periodista debe intentar ser objetivo y tener capacidad para analizar los testimonios y los datos. Pero eso no quiere decir que tenga que ser necesariamente equidistante. Para las situaciones a las que se refiere esta pregunta siempre utilizaré el consejo del gran reportero español Enrique Meneses: El periodismo debe ser fuerte con los fuertes y débil con los débiles.
Respuesta de Álex Grijelmo
El periodista puede tomar las banderas que desee cuando hace opinión. Pero no cuando escribe información.
La información debe exponerse con sentido crítico, sin omitir lo que es relevante, criticable, denunciable; pero de modo que los hechos hablen por sí mismos.
La diferencia entre géneros informativos es una garantía para el lector, de modo que sepa ante qué grado de presencia del "yo" del periodista se encuentra. En la noticia, la presencia es mínima porque sólo se cuentan hechos comprobados y completos; en la opinión, sin embargo, esa presencia del "yo" es máxima y cabe toda subjetividad. Entre uno y otro extremo se hallan los distintos géneros. La entrevista debe ser la reproducción fiel y ecuánime de lo más importante de una conversación. El reportaje (según la terminología española) es información y descripción, con pluralidad de fuentes. La crónica conjuga información más interpretación (pero sin emitir juicios de valor), y en ella se puede llevar el foco del tiempo hacia atrás o hacia delante, o en ambos sentidos, pero ha de estar vinculada a una noticia del día. El análisis muestra una interpretación basada en información (para explicar con honradez lo que sucede) y puede ser intemporal.
El lector tiene derecho a saber en qué registro de todos ellos nos dirigimos a él; y por eso me parece muy importante que los géneros estén bien diferenciados tipográficamente, en un código fácil de deducir, de modo que el público sepa si tiene que levantar o bajar la guardia ante la mayor objetividad o subjetividad de lo que lee.
Con ese código bien presente, no hay miedo a la manipulación.
Envía aquí tus inquietudes sobre ética periodística.
Respuesta de Mónica González
Las consecuencias de las violaciones a los derechos humanos en nuestros países son tan masivas y dramáticas, que se hace difícil mantener la debida distancia que debemos establecer como periodistas frente a hechos de esa naturaleza y magnitud. Más complejo aún mantener a raya nuestras emociones. No obstante, y precisamente por la enorme tarea que implica mostrar a los ojos de todos a los responsables de esas violaciones y cómo se expresa en el plano humano el balance de muerte y destrucción que dejan en las personas, es imprescindible hacer un esfuerzo mayor y chequear esas informaciones con una cuota doble de rigor.
Si errar en un dato, un nombre o una información de contexto sobre cualquier hecho noticioso es un problema, en este tipo de hechos donde la justicia y el poder político en general están al debe en nuestros países, ese tipo de errores deben evitarse al máximo. Los datos deben apegarse a la verdad estricta que hemos podido recoger y constatar. Y lo que no se pudo corroborar, no tiene cabida. Y las informaciones que emanan de organizaciones de derechos humanos y sus activistas, deben ser chequeadas con el mismo rigor que otras. Es exactamente aquí donde se juega la diferencia entre el periodismo y el activismo. Y en tiempos en que enfrentamos una industria de “noticias falsas”, que intenta muchas veces desvirtuar o falsear hechos de violencia que afectan a nuestros ciudadanos, la importancia de un periodismo riguroso y ético se vuelve clave.
Distinto es lo que cada periodista podrá hacer como individuo, en el plano estrictamente personal o cuando expresa su opinión en una columna en que queda meridianamente claro que lo que allí se expresa es su opinión personal.
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Respuesta de Javier Darío Restrepo
Los manuales de estilo que rechazan la posibilidad de que los periodistas combinen sus actividades profesionales con activismos políticos, religioso o sociales, fundan sus normas al respecto en la convicción de que tanto el medio como el periodista deben concentrar su actividad en la consecución y entrega de una información completa, que deje en el receptor suficientes elementos de conocimiento y de motivación para actuar frente a los hechos.
La actividad proselitista o de propaganda corresponde a los políticos y activistas pero no al periodista. La razones son las siguientes:
- Porque lo suyo es la información y no la propaganda. Sobre derechos humanos, por ejemplo, una creíble y completa información motiva más eficazmente que el discurso, el sermón o la exposición académica sobre el tema. Un hecho vale más que cien discursos.
- La propaganda a una idea o a algún credo es excluyente. Se dirige a los que comparten o se disponen a compartir un mensaje. Los demás no cuentan. Sin embargo, toda información periodística debe ser universal; se hace con la intención de llegar y servir a todos, sin excepción. Por eso el buen periodismo descarta cualquier técnica publicitaria y se esfuerza por informar a todos con la sola contundencia de los hechos.