Siempre creí que era una norma inflexible identificar tipográficamente la propaganda para diferenciarla de la información, para que el lector no tuviera confusiones. Ahora veo en los suplementos patrocinados, en publirreportajes y cuadernillos que esa norma diferenciadora se borra de modo que uno no sabe qué es información y qué es publicidad. ¿Qué pasa? ¿Ya no hay ley que proteja al lector de los publicistas?
Respuesta
Hoy, más que nunca antes, es deber del periodista y de los medios periodísticos, proteger al receptor de la mentira. La de hoy es una mentira que se vale de numerosos y variados recursos. El más común es la máscara de la publicidad que, primero engaña al medio y al periodista y los convierte en aliados de sus propósitos de engaño. El publirreportaje es uno de sus instrumentos -páginas especiales, suplementos o cuadernillos- en que van de la mano la información y la publicidad, de modo que no se sabe dónde comienza la información y dónde comienza la publicidad.
En cualquier caso, la dependencia del periodista y de su medio a las pautas publicitarias está minando su credibilidad, de tal forma que ya cualquiera de los órganos de prensa se está volviendo prescindibles. Han perdido esa singularidad que los distinguía y los convertía en un medio indispensable para hacer contacto con la realidad. Y al desaparecer ese distintivo de la buena prensa, da lo mismo informarse por la tableta o el computador con sus informaciones más visuales que inteligentes, y que al menos cuentan lo que pasó sin más explicaciones.
Este hecho está creando las condiciones para la desaparición del periodismo como profesión. Entre la posibilidad de hacer de la información un negocio o un indispensable servicio social, se está optando por el negocio y se está abriendo la posibilidad de una sociedad a medias informada y, por tanto, manipulable.
Documentación
Una información de tipo cuantitativo (rápida y abundante) no resuelve los problemas de información. La información ha de tener algún elemento cualitativo y sabemos que estos presentan dos aspectos: la credibilidad y la fiabilidad. Por muy abundante y rápida que sea, la que más me interesa es la creíble y fiable y, por tanto, la que tiene un mínimo de garantías relacionadas con la ética, la honestidad, la deontología o moral de la información.
Ante todas las transformaciones a las que nos enfrentamos, ¿cuáles son los problemas para los que el periodismo es la solución? Si sabemos responder a esta pregunta el periodismo nunca será abolido.
¿Qué es un periodista? Si analizamos la palabra, un periodista es un analista del día. Dispone de un día para analizar lo que ha pasado. Se puede decir que un periodista es rápido, si consigue analizar, en un día, lo que pasa. Pero actualmente todo se produce en directo y en tiempo real; la instantaneidad se ha convertido en el ritmo normal de la información. Un periodista ya no debería llamarse periodista sino instantaneísta, pero todavía no sabemos analizar al instante. Al final el periodista tiene cada vez una mayor tendencia a ser un simple vehículo. La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica.
Ignacio Ramonet, en Etcétera.com. México.