Consultorio Ético de la Fundación Gabo
22 de Julio de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿En qué grado la modestia de una persona logra que sus rectificaciones y comentarios sean dignas de leer y enriquecedoras para el periodismo? Aunque es una virtud que se menciona escasamente, cuando se trata de trazar el perfil ideal del periodista se debe encontrar como modo de ser, por las razones que se mencionan enseguida:
1. La humildad es la verdad de uno mismo. Esta afirmación atribuida a santa Teresa de Avila, la clásica escritora española, destaca la esencia de esta virtud, camino intermedio entre dos extremos: la exaltación viciosa de sí mismo que caracteriza a soberbios y arrogantes, y el menosprecio de sí mismo, propio de los apocados. La humildad va de la mano con la pasión por la verdad y comienza con el reconocimiento realista de las propias debilidades y virtudes. Puesto que la pasión por la verdad es un distintivo del periodista, la humildad entra a hacer parte de su perfil ideal.
2. En su interminable búsqueda de la verdad, uno de los motores es la humildad con que el periodista reconoce que sus conocimientos tienen vacíos y debilidades. Solo las personas humildes están dispuestas a admitir que es más lo que desconocen que lo que han aprendido.
3. La humildad se pone a prueba a diario cuando el periodista acude a otras personas como fuentes, porque en cada caso se pone en plasn de discípulo que aprende de alguien. El buen periodista siempre está aprendiendo.
4. Esa actitud interior del periodista se refleja en el tono y el modo en que transmite sus informaciones. Es más creíble cuanto más sencillo y humilde, por ejemplo, al citar las fuentes de sus informaciones, al admitir que su información aún tiene vacíos que va a llenar en otras informaciones; al admitir equivocaciones y hacer rectificaciones. Todas estas son acciones que serían imposibles sin un fundamento de humildad profesional.
Documentación
Nunca se insistirá bastante en que el periodista auténtico es un ser humilde, poco amigo de figurar, un héroe oscuro de la vida cotidiana, capaz de no desfallecer en explicar la realidad, aún a costa de importantes sacrificios personales.
Las redacciones de los diarios, de las radios, de las televisiones están llenas de estos personajes, cuyo nombre, cuyo rostro, jamás entrarán en el star system.
El valor anónimo de su trabajo consiste en mantener encendido este espíritu libre de la búsqueda de la verdad semana a semana, año tras año, traspasándolo dentro de lo posible a los jóvenes periodistas. Son ellos, básicamente, estos campeones de la regularidad profesional en épocas buenas y malas, con lluvia o con sol y por lo general con un sueldo más que discreto, quienes conservan el auténtico espíritu de un oficio envuelto permanentemente en cantos de sirena y espejismos seductores. Una profesión dura, desde luego, lejana del mito del todopoderoso intrigante, d ela brillante vedette, del genio de los negocios o del escritor de éxito.
Margarita Riviere: Periodista. Grijalbo, Barcelona, 1994. Pp 39, 40

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