Un periodista por razón de un acto anti-ético o por una mala práctica periodística perdió la credibilidad de la cual gozaba. ¿Se puede reconstruir la credibilidad? ¿Sobre todo a los ojos del público?
Respuesta:
La credibilidad perdida puede y debe recuperarse; nadie puede negarle al periodista esa posibilidad, de la misma manera que a nadie se le puede negar la posibilidad de reparar sus errores.
Y hay sólidas razones éticas para afirmarlo, entre otras, porque en la vida humana se aprende más de los errores que de los aciertos. Todo error contiene una posibilidad: la de descubrir debilidades y fallas y, por tanto, la de encontrar el camino para progresar cuando el esfuerzo para superar esas debilidades y para reparar las fallas permite mejorar personal o profesionalmente.
La vida de los mejores se explica como un proceso de errores y de fallas superadas por una voluntad constante y obstinada de ser mejores.
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La credibilidad, por tanto, se recupera con actos de credibilidad. Las audiencias son sensibles ante un esfuerzo de recreación que, obviamente, es largo y exigente.
Ayuda poderosamente la solidaridad de los colegas, que no suele ser práctica frecuente. Los que ante un colega herido o enfermo sienten que es obligatorio ayudarlo y alentarlo, no ven con facilidad que sea un gesto de colegaje ayudar y alentar al que ha cometido errores, que ha debilitado su credibilidad. Sin embargo, es un deber de solidaridad prestarle ayuda al equivocado. Esa ayuda fortalece la solidaridad entre colegas y, al mismo tiempo, enseña el valor de la credibilidad y de las prácticas profesionales que la consolidan.
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Documentación
El principal objetivo de un periodista es ser ético, cuidar la precisión, la profundidad y la contextualización en cada uno de sus trabajos, afirma William Rashbaum, reportero de The New York Times.
¿Qué es faltar a la ética? Principalmente no corregir errores, no admitirlos públicamente, no confesarle al lector que te equivocaste; nadie está libre de cometer un error. Los periodistas los cometemos todos los días y, por tanto, debemos reconocer que erramos todos los días en espacios específicos de cada diario, para que el lector tenga confianza en nosotros.
Rashbaum, reportero de la sección policial, confiesa que una de las complicaciones de trabajar con fuentes oficiales y cerradas como la Policía es que no solamente tienes que registrar los sucesos, “el periodista camina por el filo de una navaja. De un lado tienes que depender de la información que te da la policía, pero del otro tienes el deber ético de denunciarla cuando comete errores”.
Estar cerca de la fuente es complejo pero tiene sus ventajas, afirma el reportero: “Como te conocen siempre hay alguien que te quiere contar cosas de adentro, sobre todo, hechos de corrupción, porque el periodista siempre debe tener presente que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
En la sala de redacción ponen mucho esfuerzo en la autocrítica cotidiana. Cada mañana se reúnen los editores y estudian tanto su producción como la que ha publicado la competencia.
Trabajan con reuniones autocríticas. Al final de la jornada, antes de salir a casa, una nueva reunión de editores se dedica a conversar brevemente sobre las cosas positivas y los problemas el día.
Rubén Darío Buitrón, Fernando Astudillo en Periodismo por dentro. Ediciones Ciespal, Quito, 2005. p. 152, 153.