Vi, aunque no pude participar, que hubo en FNPI un debate sobre los mentores en las redacciones. ¿Un mentor no es lo mismo, o tal vez menos, que un editor? Tuve la fortuna de encontrar en mis prácticas, a un editor que me enseñó lo que no había aprendido en la universidad. ¿Lo de mentor, no es más bien otro neologismo?
Respuesta:
En efecto, en la práctica lo de los mentores es otro término con que se quiere designar la conocida institución de los editores. La FNPI, en su fiesta anual, viene premiando a los mejores editores como un forma de estimular esta indispensable actividad.
Esta nueva terminología hace manifiesta, entre otras, la necesidad de volver a la idea original de los editores como guías y maestros en las redacciones y no como bedeles o capataces.
El periodismo cuenta entre sus atractivos, que nunca termina de aprenderse y que su renovación constante depende de personajes como el editor que les notifica al practicante y al reportero que sus títulos universitarios no les garantizan un conocimiento completo. El periodismo se aprende en las salas de redacción más que en las aulas y, en vez de los profesores de universidad, son los viejos y experimentados reporteros que asumen la función de editores los que enseñan:
- La aplicación práctica de las teorías de universidad.
- La sabiduría de la reportería aprendida y afinada durante una larga experiencia.
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¿Hacen falta mentores en el periodismo?
Hombres así, capaces de transmitir un conocimiento práctico y con la calidad de alma de quien comparte sin reservas los secretos del oficio, son los llamados “mentores”, un neologismo que está logrando que los editores no caigan en el olvido, ni en las ciénagas pantanosas de lo rutinario.
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Documentación
Aquí y allá la mejor opinión de un diario es siempre su información.
Y todo esto tiene mucho que ver con el papel relativamente oscuro que representan los editores, que son los que -más que nadie- pueden dignificar el ejercicio de la profesión, dándole el tiempo para desarrollarse como ocurrió en Europa y Estados Unidos, y cumplir una función social que no se limite a diálogo entre las élites y sus clientelas.
Sin reporteros los diarios no existirían por falta de materia prima; sin redactores de mesa y continuidad, los periódicos adolecerían de mal acabado y falta de coherencia; si no hubiera editores seguiría habiendo periódicos con material que aún podría ser de alguna calidad y pese a todo ello, los editores son lo más importante en un diario. Una publicación sin editores o con malos editores carece de estilo, criterio y sentidos; el carácter de un periódico lo dan los editores como ejes de transmisión; hacia arriba como nervio central del periódico y parte de su equipo directivo, y hacia abajo para ser ante la redacción la cara ejecutiva de un proyecto.
Entre sus tareas generales se halla establecer o hacer que cristalice el punto de vista técnico profesional de la publicación y eso se concreta desarrollando la política del diario en materia de firma; de selección y utilización de géneros para marcar los límites de interpretación dentro de los cuales deban actuar los redactores y, finalmente, garantizando que se cumpla todo aquello que defina la política editorial del periódico.
Miguel Ángel Bastenier. Cómo se escribe un periódico.
Fondo de Cultura Económica. México, 2009. P. 135, 136, 137.