¿Es válido para un periodista de la fuente taurina ser a la vez apoderado de toreros, representante de ganaderías, o su agente de prensa? Es ser juez y parte. Hay una evidente incompatibilidad de intereses si de un lado existe el compromiso personal y económico en ganaderías o empresas de corridas y por el otro lado el de informar independientemente sobre toros. Es estar a la vez en el ruedo y en las tribunas. O se sirve un interés o se rechaza el otro, porque nadie puede servir a dos señores. La parodia del texto evangélico acoge el sentido común que en nombre de la coherencia rechaza esta ambigüedad.
Los códigos éticos y los manuales de estilo que desechan estas incompatibilidades lo hacen en nombre de la indispensable independencia del periodista, base de su credibilidad.
Para cualquier lector, oyente o televidente es claro que un empresario no puede asumir al mismo tiempo las dos funciones de periodista que informa lo bueno y lo malo del espectáculo de los toros, y de empresario que deriva ganancias de un negocio que él quiere mostrar como bueno y sin tacha.
Aún si fuera posible y fuera de toda sospecha, el desempeño honesto de las dos funciones, los receptores de la información no podrían concederle credibilidad alguna al reporte periodístico elaborado en esas condiciones. El periodista no solo ha de ser independiente sino parecerlo porque, como se sabe un periodismo sin independencia es un oficio fallido.
Documentación.
Los conflictos de interés preocupan a los ejecutivos, temen que el público cuestionará sus reportajes y noticias si los producen personas cuya independencia no es clara. Por ejemplo, el público sabe o sospecha que el reportero está trabajando para un candidato político o una determinada causa, puede que no crea lo que escribe sobre aquel candidato o causa particular. Su credibilidad y tal vez el sistema de noticias en conjunto se ve amenazado. Según esta manera de ver las cosas, las apariencias de un conflicto de interés puede ser tan seria como un conflicto verdadero si el público cree que un periodista está en el bolsillo de algún político, la credibilidad se resiente aun cuando en realidad no lo esté.
La dificultad está en decidir cuando un conflicto de interés, real o aparente, es suficientemente serio como para producir la temida pérdida de credibilidad. La reportera Mc Clary no vio ninguno en trabajar en Knoxville y participar en la junta de una escuela independiente en otro condado a 20 kilómetros de distancia. Su editor no lo vió así. El inspector juzgó traído de los cabellos pensar que el público iba a poner en duda la credibilidad del periódico a causa de una reportera que trabajaba en una junta que el rotativo cubría solamente con un auxiliar.
Eugene Goodwin: Por un periodismo independiente. Tercer Mundo, Bogotá, 1994. P. 70