¿Los principios éticos periodísticos se aplican a los “infociudadanos”? ¿Y cómo?
Respuesta:
Los valores éticos tienen una aplicación universal, puesto que son potencialidades de la naturaleza humana.
Basta ser humano para llevar consigo la posibilidad de ser libre, o justo, o fraternal, o tolerante, o veraz; de cada humano depende que esa potencialidad se active.
Los códigos deontológicos se encargan de señalar las posibilidades que el ejercicio de una profesión activa prioritariamente. El médico deberá desarrollar su potencial de cuidado al otro; el abogado el de justicia; los padres de familia el cuidado y la tolerancia; y el periodista: el compromiso con la verdad, la independencia y la capacidad de servicio al bien común.
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Esta singularidad de los valores profesionales no significa que el no profesional los desconozca. Todos ellos hacen parte del ideal del ser humano excelente, de modo que el ser veraz, por ejemplo, es indispensable para la vida en sociedad y no es solo virtud para periodistas; la independencia es un componente de la dignidad y de la libertad de las personas y el servicio al bien común resulta indispensable para el desarrollo de la personalidad y para cualquier forma de vida en común.
Es útil recordar, por tanto, que la ética es fundamentalmente la vocación de todo ser humano para ser excelente; y cuando se habla de valores éticos o principios se entiende que todos ellos son componentes de una vocación única; y de acuerdo con las circunstancias en que se desarrolla la vida humana, esos valores se harán más o menos necesarios, pero siempre serán necesarios.
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Documentación
El hombre es constitutivamente moral por cuanto tiene que conducir, por sí mismo, su vida, la moral. En un sentido primario consistirá en la manera cómo la constituya, es decir en las posibilidades de sí mismo que haya preferido. La moral consiste, no solo en ir haciendo mi vida, sino también en la vida tal como queda hecha: en la incorporación o apropiación de las posibilidades realizadas.
La moral resulta ser, así algo físicamente real, o como decía Aristóteles, una segunda naturaleza. Tal es el sentido fuerte, el sentido pleno de los vocablos que clásicamente ha empleado la ética: ethos, mos, héxis, habitus o habitudo, areté, virtud, vitium. Esa apropiación real de posibilidades, buenas o malas, va conformando una segunda naturaleza, mi personalidad.
Al apropiarme de mis posibilidades, constituyo con ello mi habitud en orden a mi autodefinición, a la definición de mi personalidad. Sobre mi realidad, por naturaleza se va montando una realidad por apropiación, una realidad por segunda naturaleza que, inseparablemente unida a aquella, la conforma y cualifica según un sentido moral. Mi realidad natural es mi propia realidad, en tanto que recibida; mi realidad moral es mi propia realidad, en tanto que apropiada. Porque al realizar cada uno de mis actos voy realizando en mí mismo mi ethos, carácter o personalidad moral.
José Luis L. Aranguren: Ética. Altaya, Barcelona 1994. p. 56, 57.