¿Quién regula y cómo funcionan los códigos éticos periodísticos en Colombia?
18 de Mayo de 2018

¿Quién regula y cómo funcionan los códigos éticos periodísticos en Colombia?

Foto: Unsplash, compartida bajo licencia Creative Commons

¿Cuál es el contexto político social del código deontológico colombiano? ¿Qué principios y valores expone ese código? ¿Ofrecen una definición e indicadores de la ética periodística? ¿Hay mecanismos de autorregulación que establece el código?

Respuesta:

No hay un código deontológico colombiano. Los que hay, elaborados y creados por agremiaciones, reúnen normas aplicables a distintas profesiones, no solamente de periodistas.

Los códigos de periodistas son de grupos regionales de periodistas; ninguno con la pretensión de ser nacional.

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Miran la profesión desde su compromiso con la verdad, su voluntad de independencia y su dedicación a toda la sociedad.

Cada uno de estos valores (verdad, independencia y responsabilidad social) concreta la vocación ética de los periodistas, como personas y como profesionales.

Para ayudar a los periodistas en el conocimiento y aplicación de estos códigos, han operado las comisiones de ética de las agremiaciones o de universidades; también actúan iniciativas como las de la FNPI-Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano: su Red Ética y este Consultorio que, a través de casos concretos, muestran la aplicación de las normas de los códigos y de los valores que los inspiran a situaciones vividas por periodistas o por el periodismo. No existen tribunales de ética, ni normas éticas coactivas, en aplicación del principio de que en ética nadie es juez de nadie, salvo de sí mismo.

En cualquier caso quede claro que los códigos no son la ética sino sus instrumentos, casi siempre mnemotécnicos, para mantener presente el ideal ético de la profesión y llevarlo a la práctica.

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Documentación

La primera ventaja de un código deontológico es que supone el reconocimiento público de la dimensión ética de una profesión o actividad; hecho además por quienes la llevan a cabo.

En nuestras sociedades desarrolladas los valores del éxito económico y la eficacia técnica tienen una posición social preferente. En consecuencia se concibe al buen profesional tan solo como un experto con dominio técnico y capacidad para conseguir un elevado rendimiento económico en su actividad. La dimensión moral suele estar ausente de esa imagen, con lo que se tiende a inducir un comportamiento profesional amoral, ajeno a toda consideración ética. Esto es especialmente cierto en el mundo de la comunicación; los periodistas pasan cada vez más tiempo en las redacciones, sujetos a rutinas y exigencias internas y rodeados de nuevas tecnologías y alejados de quienes protagonizan las noticias y las reciben, con la consiguiente deshumanización y pérdida de valores de su labor.

La aprobación del código deontológico supone, por el contrario, reconocer los valores morales y de servicio a la sociedad que implica toda profesión. Esta es su primera función: contribuyen a crear una conciencia moral colectiva de la profesión. Junto a los conocimientos técnicos, y frente a las exigencias económicas, están antes que nada los valores y los compromisos morales.

A menudo se ha dicho que los códigos son una cuestión de estética y no de ética, un ejercicio de relaciones públicas destinada a mejorar la imagen de un colectivo. Pero incluso en estos casos constituyen un arma de doble filo. Quienes promulgan un código, lo hagan sinceramente o no, reconocen ante la sociedad que su actividad tiene determinados componentes éticos. A partir de ese momento podrán o no cumplir con estos compromisos, pero desde luego lo que ya no podrán es ignorarlos, como si no existieran. Ser un buen profesional, ya no podrá significar lo mismo que antes.

Hugo Aznar, Comunicación responsable. Ariel, Barcelona 2995. P. 52, 53

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