Periodistas aspirantes a cargos públicos: ¿qué implicaciones tiene?
3 de Febrero de 2018

Periodistas aspirantes a cargos públicos: ¿qué implicaciones tiene?

Foto: compartida bajo licencia Creative Commons

¿Es ético que un periodista activo busque ser presidente municipal y una organización de periodistas lo felicite a través de una red social por esta decisión?

Respuesta:

Puede hacerlo como persona individual, no como periodista. Por tanto debe abandonar la profesión para dedicarse a la campaña electoral y a las tareas políticas que suponen el respaldo y adhesión a una causa o partido político.

En tal caso, deja de ser la persona que todos consideran a su servicio y se convierte en el militante de un partido o grupo con lealtad definida y reducida a una parte de la sociedad.

El periodista es un profesional que, consagrado al servicio de todos, renuncia al ejercicio público de su personal opción política porque así se lo exige su deber de ser creíble para todos. Atenta contra esa credibilidad el hecho de estar sirviendo a su propia causa o ambición política; también le afecta la percepción pública de que la profesión de periodista ha sido utilizada como plataforma de campaña y se le ha subordinado a un propósito partidista, o burocrático.

Los periodistas que, después de un ejercicio en el poder, como congresistas, alcaldes o ministros, aún como jefes de prensa en entidades oficiales o privadas, pretenden regresar a la actividad periodística, sienten que su primera tarea es la de reconstruir su credibilidad y la de ganar la confianza del público.

Uno es periodista para que le crean, esa forma de confianza indispensable para quien diariamente reclama fe en lo que informa; esa fe se destruye cuando el periodista salta a otras actividades que no sean el servicio de lo público.

Documentación

¿Cuándo aparece la sombra del amarillismo, la telebasura? Casi siempre cuando se busca eficacia, rentabilidad y ganancia. Los medios acuden a estos recursos sabiendo que es una apuesta insegura. Dan resultado a corto plazo pero duran poco en el ánimo del auditorio. La experiencia y los expertos indican que pierden credibilidad. El amarillismo y demás deformaciones mediáticas revelan desdén por los autocontroles éticos; producen dividendos económicos al principio, pero a la larga desacredita el periódico o el medio que los utiliza.

La comunicación de principios de siglo nos está exigiendo inteligencia, racionalidad, criterio para distinguir lo que es el interés general, y sin importar quién origina la información, difundirlo. Uno de los grandes retos a los que se enfrenta el periodismo actual es impedir que sea suplantado el interés general por el interés privado. Este muchas veces se complementa con la demagogia de un periodismo militante que presiona con radicalismo, golpes de mesa y chantajes, para que los ciudadanos se formen una sola visión de la realidad y la libertad debe alcanzar hasta para esos excesos; pero los ciudadanos tienen el derecho de ser protegidos contra tales chapuzas informativas.

(…) Aquí entra en juego la importancia y el reto de darle sentido deontológico al ejercicio de la comunicación masiva, a través del concepto de credibilidad, como una forma honesta y transparente de manejar informaciones que llegan a los grandes conglomerados.

Son varios los retos que tienen enseguida los medios de comunicación, desde los lingüísticos hasta los tecnológicos, pero es evidente que el deontológico es el más grande. ¿En qué consiste este reto? En el control de uno mismo, en el conocimiento por parte de los medios y de los periodistas de la dimensión moral de su obra que, a su vez, consiste en la buena práctica periodística, basada en el equilibrio entre la responsabilidad por las consecuencias y la fidelidad a unos principios éticos, que se traduce en la autorregulación y el compromiso con la credibilidad como mínimo.

Javier H.Contreras en Somos lo que percibimos. Universidad Autónoma de Chihuahua. Chihuahua, 2014.  P. 129, 130.

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