Más que una consulta, un comentario: observar la ética periodística, en estricto, parece una misión imposible en los tiempos actuales (y no sólo en nuestros países, por cierto). La mercadotecnia ha invadido prácticamente todos los espacios y la corrupción generalizada en nuestras sociedades hace lo demás. Quizás podríamos abundar sobre esta cuestión, de suyo compleja y a la vez espinosa. Saludos cordiales.
Respuesta:
Cualquiera de los objetivos que dignifican la vida humana pertenece al orden de lo posible y, por tanto, de lo que debe ser conquistado. Como todo lo que es posible, son realidades que deben ser visibilizadas porque están ahí pero solo se convierten en realidades a merced del trabajo del ser humano. Por tanto, deben ser construidas, y en eso consiste la historia humana: en una tarea ininterrumpida de esfuerzos para construir los posibles.
Los objetivos dignificadores puestos en evidencia por la Revolución Francesa fueron la libertad, la igualdad, la fraternidad, que eran y son entes posibles, que tanto los individuos como la sociedad deben obtener. La ética pertenece a esa clase de tareas que nadie puede imponer por ley porque corresponde a cada persona y debe ser el resultado de una conquista. Como la libertad, la justicia, la igualdad, la ética no se hereda ni nos la da nadie, resulta del esfuerzo de cada uno. Siempre habrá obstáculos, fuerzas contrarias que impiden acceder a los valores éticos. Pero, de igual modo, siempre existirá en los humanos el impulso hacia esos modos de vida.
Es la naturaleza de la tensión que explica el dinamismo de la vida humana, hecha para sobrepasarse a sí mismo o, según la expresión de Nietzche, para subirse sobre los propios hombros.
Ser ético no es fácil, ni se limita al cumplimiento de un código. Es la obediencia a la vocación de todo humano a ser excelente. Por tanto, es una tarea para toda la vida, la de construir el ser posible que hay en cada persona. Algo tan posible, como difícil y necesario.
Documentación
A grandes rasgos podemos decir que por “moral” se ha entendido y entiende fundamentalmente la realización de la vida buena, de la vida feliz, el ajustamiento a normas específicamente humanas, e incluso en nuestro tiempo, aptitud para la solución pacífica de los conflictos, sean en grupos reducidos, a nivel nacional o en el ámbito de la humanidad.
La experiencia moral de búsqueda de la vida buena surge en Grecia, permanece en la ética cristiana, aunque haciendo de Dios el objeto de la felicidad y reaparece, de forma privilegiada, en utilitarismo y pragmatismo. El ámbito moral es el de las acciones cuya bondad se mide por la felicidad que puedan proporcionar. Por ello y grosso modo, se llama a estas concepciones teleológicas porque no consideran que haya acciones buenas o malas en sí, que deban ser hechas o evitadas por sí mismas; ante la elección debemos preferir las acciones que produzcan mayor felicidad.
Naturalmente el modo de entender la felicidad varía, desde identificarla con el placer hasta concebirla como la actividad más perfecta según la virtud más excelente del hombre; desde interesarse por la felicidad individual, que es el interés moral en Grecia, hasta enunciar que el fin último de los hombres es la felicidad social como muestra el utilitarismo surgido de la Ilustración. En todos estos casos la vida moral gira en torno a un fin último, dado por la naturaleza, fin al que se denomina “felicidad”. Por ello, la tarea moral consiste en hallar los medios adecuados para lograr un fin, al que el hombre tiende por naturaleza y que, por ello, constituye su bien. Es para él algo valioso.
Adela Cortina en Ética Mínima. Tecnos, Madrid 1992. p. 110, 111.