Al reconstruir un episodio en un relato, en tres ocasiones incluí datos que eran posibles pero que no habían existido. ¿Cuál es el tamaño de mi equivocación? ¿En qué me equivoqué? ¿Sí estoy equivocado?
Respuesta:
Se lo oí decir a Gabriel García Márquez y le creo. En un taller de ética en que él participó, nos contó detalles del texto “Noticia de un Secuestro”. Lo escribía por esos días y había incluido detalles como la clase de perfume y de lápiz labial que doña Marina Montoya usaba el día en que sus secuestradores la asesinaron. También había descrito el traje que se había puesto ese día y uno de los periodistas del taller le interrumpió con la pregunta: ¿Son detalles de novela? Y Gabriel, en tono firme, respondió: todos fueron comprobados porque si escribes crónica todos los detalles deben ser exactos. Si te equivocas sobre el color de los ojos de alguien, toda tu credibilidad de cronista se va al suelo.
Establecía con toda claridad que una cosa es la novela, en la que el escritor crea una realidad verosímil, y otra cosa el relato periodístico, en el que la descripción de la realidad debe ser exacta. En aquel la creatividad se impone, en este la fidelidad al hecho real es el factor que da credibilidad al periodista y valor histórico al relato.
Al receptor de la información se le debe ese rigor puesto que el periodista se ha convertido en sus ojos y oídos; el lector, no obstante estar ausente del lugar y del momento de los hechos, deposita su confianza en quien sí estuvo allí. Cualquiera concesión a la imaginación por parte del reportero se convierte en una deslealtad para con la persona que confió en él, y en una traición a su identidad profesional definida por el compromiso con la verdad.
Documentación
Al contrario de los novelistas, los periodistas literarios deben ser exactos. A los personajes del periodismo literario se les debe dar vida en el papel, exactamente como en las novelas, pero sus sensaciones y momentos dramáticos tienen un poder especial porque sabemos historias que son verdaderas. La calidad literaria de estas obras proviene del choque de mundos, de una confrontación con los símbolos de otra cultura real. Las fuerzas esenciales del periodismo literario residen en la inmersión, la voz, la exactitud y el simbolismo.
La mayor parte de los lectores conoce bien una rama del periodismo literario, el “nuevo periodismo” que empezó en los años setentas y duró hasta mediados de los setentas. Muchos de los nuevos periodistas han seguido produciendo libros extraordinarios. Algunos llevaban mucho tiempo trabajando antes de que aparecieran los nuevos periodistas. Y ahora ha surgido una generación de escritores jóvenes para quienes la inmersión, la voz, la exactitud y el simbolismo son características de su obra. Durante años he coleccionado y admirado esta forma de escritura.
Los periodistas literarios comprenden claramente la diferencia entre los hechos y la mentira, pero no admiten las diferencias tradicionales entre literatura y periodismo.
Saber que esto sucedió realmente cambia mi actitud mientras leo. Si descubriera que una obra del periodismo literario ha sido hecha como un cuento mi decepción arruinaría cualquier efecto que hubiera creado en cuanto literatura.
Norman Slim en Los periodistas literarios. El áncora editores. Bogotá, 1996. P. 12-13