¿El periodista puede "acomodar" las entrevistas?
16 de Noviembre de 2017

¿El periodista puede "acomodar" las entrevistas?

Foto: Pixabay

Un destacado jugador por fin me dio una entrevista con la advertencia: no saques todo lo que dije y acomoda algunas cosas. ¿Debo hacerle caso? ¿Debí publicar todo, o acomodar?

Respuesta:

Al entrevistar, el periodista tiene en cuenta una doble lealtad:

1.- Hacia el entrevistado. 2.- Hacia los receptores de la información.

Para con el entrevistado tiene el deber de respetar la integridad de su pensamiento. Cualquier cambio en el texto, que lo altere o por la edición, o por la interpretación o agregados, quebranta esa lealtad. En casos como  el que considera la consulta, la recomendación del entrevistado puede entenderse o porque el entrevistado haya dicho algo inconveniente para él, y en este caso se le debe preguntar qué es lo que entiende por “acomodar” el texto para comprobar si espera que se falsee lo dicho o que simplemente se silencien partes de su declaración.

La lealtad con el receptor implica el respeto al derecho del público a conocer la verdad que afecta los intereses de todos. Este derecho es prioritario; si se trata de asuntos que solo tienen valor para el entrevistado, pueden omitirse. La entrevista es un instrumento del periodista para servir el derecho del público a conocer la verdad de lo público. Lo privado y personal del entrevistado no tiene importancia periodística, salvo que afecte al bien de todos.

Documentación

Pulitzer sabía con certeza cuáles eran los elementos de una buena entrevista. A causa, tal vez, de su ceguera, Pulitzer concedía gran importancia en su periódico a la incorporación de detalladas descripciones físicas de los entrevistados. Por favor, no deje de insistir a los hombres que redactan entrevistas con destacadas personalidades que es extremadamente importante ofrecer un retrato llamativo y vívido del sujeto, así como de su entorno doméstico. De su esposa, hijos, mascotas. Estas son las cosas que más claramente crearán la imagen de él ante el lector, mucho más que sus imponentes pensamientos, objetivos o declaraciones.

George Newnes impuso convenciones semejantes a las estipuladas por Pulitzer cuando empezó a publicar en Londres una serie de “Entrevistas Ilustradas”. Además de las descripciones coloridas, los artículos aparecían invariablemente acompañados de varios retratos del sujeto en distintsas épocas de su vida, junto con otras del lugar de su residencia.

El anónimo autor de un manual publicado en 1900 para los aspirantes a periodistas, aireaba su disgusto:

“No insistamos tanto al cuarto del entrevistado, no dediquemos párrafos a los bronces antiguos de su vitrina”.

Aunque hacia 1895 la entrevista se había impuesto ya como técnica periodística, todavía debía hacer frente a críticos arrogantes. En un ensayo de New Review se lamentó el culto a la banalidad que había desencadenado la práctica de la entrevista.

Eduard Price Bell aseguraba que la entrevista con una figura política puede convertirse en una fuerza moral e intelectual de primer orden que refuerza sólidos principios e ideales, recopila hechos y argumentos vitales, incita a los hombres a la acción y deja su impronta en la historia.

Christopher Silvester en la introducción de Grandes Entrevistas de la Historia. Santillana, Madrid, 1993. P. 33.

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